Valoración en breve:
Tierra profana es una perturbadora fantasía política que se mueve entre el más crudo realismo y un surrealismo sucio y onírico, una falsa ucronía que reflexiona sobre la situación del pueblo judío y siembra en el lector una honda preocupación.
Por obras como esta Tidhar se ha ganado una merecida fama de ser uno de los escritores más creativos y audaces de las últimas décadas, responsable de novelas inteligentes y atrevidas. Probablemente su secreto estriba en tocar temas espinosos con grandes dosis de verosimilitud y pragmatismo, aunque en este caso la conclusión sea desoladora: da igual lo que hagamos, porque la historia siempre tiende a repetirse en diferentes lugares, épocas y realidades. Un epitafio que nos persigue como especie
Tierra profana
-Argumento-
En una realidad paralela, Palestina es un estado judío fundado a principios del siglo XX en África del Este, junto al Gran Valle del Rift. Lior Tirosh, un escritor de novelas pulp, retorna a su país tras una larga ausencia para asistir a su padre enfermo, regresa a una sociedad conflictiva y violenta de la que huyó porque no se sentía cómodo por la represión a las minorías nativas y la guerra contra la vecina Uganda para conquistar más territorio. Ahora el país vive asolado por los ataques terroristas y levanta un polémico muro para intentar mantener a los refugiados fuera de su área de seguridad.
La misma noche de su llegada, Tirosh es testigo de un atentado con explosivos en un autobús urbano y a la mañana siguiente es arrestado por el presunto asesinato de un antiguo amigo suyo, aunque las pistas apuntan a que el objetivo era el propio Tirosh. Agentes del servicio secreto y de una organización que lucha por la liberación de los territorios ocupados siguen sus pasos porque consideran que su mera presencia podría desestabilizar el delicado statu quo, si bien éste se embarca en la búsqueda de una sobrina desaparecida en extrañas circunstancias, una activista en favor del pueblo nandi.
Día a día, Tirosh se enreda en una intrincada trama detectivesca cada vez más confusa, en la que comienzan a fundirse su propio pasado, el presente y diversas realidades alternativas que no parecen encajar en ninguna parte.
-Valoración-
Lavie Tidhar es un joven e inquieto escritor israelí que ha recorrido varios continentes y vivido en países tan dispares como Gran Bretaña, Sudáfrica o Vanuatu. Prolífico narrador, editor y articulista –es columnista habitual en el Washington Post y ha publicado contenidos en Nature, SFX e io9–, tiene colaboraciones en antologías y revistas de todo el mundo, ha recopilado dos volúmenes de ciencia ficción mundial bajo el título The Apex Book of World SF y publicado una biografía sobre el escritor Michael Marshall Smith.
Entre sus obras más destacables se encuentran Osama (2011, premio World Fantasy, Mención de Honor en el John W. Campbell Memorial y nominada a los British Science Fiction y Kitschies), Un hombre sueña despierto (2015, finalista del British Fantasy), el ciclo de relatos Estación central (2017, premio John W. Campbell Memorial y Nebula chino, además de finalista del Arthur C. Clarke y Locus) y la presente Tierra profana (2018, premio Planète SF, finalista del premio Locus, John W. Campbell, Sidewise y Kitschies); todas ellas historias sorprendentes colmadas de elementos de novela negra, thriller, historia alternativa y New Weird, en donde el pueblo judío, los conflictos mundiales y diversos elementos biográficos ocupan un lugar predominante.
Tierra profana describe un universo paralelo en el que el actual estado de Israel se ha transformado en una Palestina africana, dos realidades diferentes aunque muy similares a efectos geopolíticos, en donde el punto de divergencia se sitúa en 1904 cuando Joseph Chamberlain, secretario colonial británico, ofreció al movimiento sionista un pedazo de tierra en la frontera de Uganda como hogar de la nueva nación judía, que fue aceptado por el congreso sionista. En efecto, mientras los líderes del movimiento judío debatían acaloradamente entre asumir esta propuesta o permanecer fiel al espíritu de habitar la Tierra Sagrada prometida por los textos sagrados, se decidió enviar una expedición a ese territorio y uno de sus miembros, un joven ruso llamado Nahum Wilbusch, descubrió un lugar especial en el que tuvo una visión sobre «mundos que se encontraban», informó de ello al congreso sionista y éste autorizó finalmente el plan, con lo que los judíos europeos emigraron en masa a la nueva tierra de promisión.
Esta nueva Palestina se ha convertido en apenas cien años en un país moderno repleto de rascacielos, una sociedad avanzada que, no obstante, sigue siendo el mismo territorio caótico y violento de siempre; un lugar repleto de exotismo mezcla de muchas culturas e influencias africanas, que se concreta en una diversidad de gentes, idiomas, música, maneras de vestir, etc.
Por otra parte, en este universo alternativo aconteció un segundo punto Jombar cuando Adolf Hitler fue asesinado en 1948 y el mundo sufrió un cambio radical: no hubo Segunda Guerra Mundial ni persecución contra los judíos, porque éstos ya se habían marchado a África, si bien en Alemania existe un Reich que se lleva sorprendentemente bien con la actual Palestina. Además, treintaicinco años atrás se produjo el Pequeño Holocausto: Jerusalén fue epicentro de una devastación –el estallido de una bomba atómica por una mano y un motivo desconocidos– que provocó una «grieta entre los mundos», una zona de inestabilidad en la que aquellos que osan acercase no siempre regresan.
La novela va dando paso a diferentes narradores y puntos de vista. En primer lugar, el citado Tirosh, pero también el agente especial Bloom –un policía de fronteras que, en realidad, es la fachada que utiliza el implacable y sanguinario director de seguridad, un auténtico fanático incapaz de sentir empatía ni compasión– y la agente de campo Nur, quien posee la capacidad de saltar entre “sefirots” o realidades alternativas a voluntad.
Al tiempo en que vamos conociendo más detalles acerca del pasado y entorno familiar de Tirosh –sirvió en la segunda guerra de Uganda durante su servicio militar obligatorio, su padre es un viejo general condecorado por sus servicios al país, su sobrina estaba buscando el misterioso lugar sagrado que dijo encontrar Wilbusch–, los recuerdos de éste se tornan cada vez más borrosos, como si formara parte de dos personas diferentes e incompletas a la vez. Comprendemos entonces que Tirosh posee también una cierta capacidad para viajar entre mundos y es, por tanto, un elemento incontrolado que podría hacer saltar por los aires las porosas fronteras que los separan.
Tierra profana es una perturbadora fantasía política que se mueve entre el más crudo realismo y un surrealismo sucio y onírico, una falsa ucronía que reflexiona sobre la situación del pueblo judío y siembra en el lector una honda preocupación. La novela obedece a una rebuscada metáfora cuando pueblos y culturas diferentes se ven obligados a compartir una misma tierra, cada uno con un relato distinto, nombres diferentes para los mismos lugares y enfoques enfrentados para idénticos hechos.
Tidhar nos traslada a este fascinante universo de ficción empleando para ello el recurso del viaje en avión, en donde el protagonista pasa de una realidad a otra. No obstante, se limita a describir una sociedad que conoce bien y de la que es capaz de denunciar sus injusticias, pero sin tomar partido ni ofrecer, como su personaje, respuestas o soluciones, aunque nos deje alguna que otra perla de sabiduría(1). En realidad, Tirosh no es más que un simple peón movido a su antojo por las diferentes facciones en juego y su falta de iniciativa resulta decepcionante; en este sentido, nos encontramos ante un libro que plantea más preguntas que certezas, puesto que la complejidad de nuestro mundo difícilmente podría ser resuelta en una única novela.
Se podrían discutir muchos otros elementos de la novela: su estilo fluido y ameno al servicio de una sabia construcción de la historia, con algunas magníficas descripciones poéticas y guiños a varias obras del autor; la acumulación de elementos autoficcionales –por ejemplo, Tidhar aparece como autor de un relato titulado, precisamente, «Tierra profana»–; la progresiva y posiblemente intencionada confusión de la trama; algunas escenas de relleno que nada aportan al conjunto; la incomprensible justificación de Bloom para abandonar su realidad y defender una nación alternativa que no es la suya; o ciertos detalles que denotan esa realidad alterna: la ciudad de Ararat de bíblico nombre, la extraña ausencia de teléfonos móviles, el continuo fumar de los taxistas, etc.
En todo caso, por obras como esta, o las citadas anteriormente, Tidhar se ha ganado una merecida fama de ser uno de los escritores más creativos y audaces de las últimas décadas, responsable de novelas inteligentes y atrevidas. Probablemente su secreto estriba en tocar temas espinosos con grandes dosis de verosimilitud y pragmatismo, aunque en este caso la conclusión sea desoladora: da igual lo que hagamos, porque la historia siempre tiende a repetirse en diferentes lugares, épocas y realidades. Un epitafio que nos persigue como especie.
El libro cuenta con traducción de Alexander Páez, posfacio de Nieves Mories y portada elaborada ex profeso para la edición española, aunque debo confesar que me gustaba mucho más la cubierta original norteamericana. Sin duda, uno de los títulos del año.