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Libros publicados en 2006

Noticias de Casandra

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Comentario:

 

Puntual a su cita cuatrimestral, la colección «Espiral Ciencia Ficción» presenta su trigésimo séptimo número. Esta editorial amateur cumple en la siguiente entrega doce años de existencia, trayectoria jalonada por diversos reconocimientos entre los que destacan varios premios Ignotus. Este hito debiera servir para mirar atrás y reflexionar sobre su presente y futuro: el momento de relativa euforia del que goza la literatura fantástica y de ciencia ficción en España dista mucho de las penurias del pasado; hoy día, no faltan lugares donde publicar (de hecho, el mercado se encuentra saturado), cada vez más escritores de género son conscientes de la importancia de dominar su herramienta de trabajo y, en consecuencia, los lectores somos mucho más exigentes. Creo que a «Espiral» le ha llegado el momento de plantearse si desea seguir por los mismos derroteros de irregularidad de los últimos tiempos o desea realizar una apuesta decidida por seguir siendo un referente, sin perder por ello sus señas de identidad enfocadas hacia una ciencia ficción especulativa. La editorial dispone de libros en cartera para varias entregas, por lo que debería sopesar la idea de primar aquellos títulos que superasen un mínimo de calidad literaria.

 

Mínimo que, desgraciadamente, no alcanza el libro que nos ocupa, un volumen formado por una novela y varios relatos cortos de Juan Herranz (Egea de los Caballeros, 1975). El editor gusta de alternar autores veteranos con noveles, y en este caso toca un nuevo escritor de la cada vez más pujante cantera zaragozana (José Miguel Pallarés, David Jasso, José María Tamparillas, Santiago Gª Solans, Carlos Mateos...); ciencia ficción especulativa, sí, pero de discutible valor literario y notable ingenuidad, que pone de relieve la escasez de recursos y bisoñez del autor. Herranz tiene potencial para escribir mejores relatos (he leído otros relatos suyos) por lo que sólo puede explicarse este libro desde el rescate de viejo material no desechado («Octubre» fue escrita a la edad de 20 años) y la falta de revisión.

 

Pese al resbalón, a buen seguro «Espiral» corregirá el desaguisado en las próximas entregas. En unos meses aparecerá una antología compilada por el reputado Domingo Santos y, después, una novela de Juan Parra, autor de la más que notable «Frío». Confiemos en que estos libros supongan un giro definitivo de la colección hacia propuestas más sólidas y literarias.

 

 

Incluye:

"Octubre"

"El resto"

"L"

"Triángulo de Scarpa"

 

Valoración: Insuficiente

"Octubre", de Juan Herranz

 

En octubre de 2069, el sueño frustrado de muchos africanos por emigrar a la rica Europa se ha transformado en un sentimiento de puro odio. Europa es el nuevo motor mundial tras el macro-seísmo que asoló la mayor parte de Norteamérica y el adocenamiento de estados como Japón o China; su capitalismo mercantilista supone en la práctica una dictadura económica que condena a la miseria a los países del Tercer Mundo, al tiempo que origina la sobre-explotación de los recursos naturales, la desertización y el consiguiente efecto invernadero a escala global. Para paliar la situación de hambruna y apaciguar a la opinión pública, el presidente europeo prepara una operación de ayuda humanitaria en el continente africano, que sirve de tapadera para una misión de espionaje.

 

Messalí Hadjani, máximo mandatario de Tunicia y líder de la clandestina Unión Confederada de Estados Africanos, cuyo brazo armado es el Frente de Liberación Africano, también planea aprovechar el convoy en su favor, para llevar a cabo su largamente esperada venganza y avanzar hacia la utopía de una autarquía africana. Dirigentes europeos y africanos intentan forzar así el equilibrio de fuerzas, en un juego diplomático cargado de intereses ocultos en el que demuestran que, en esencia, todos buscan perpetuarse en el poder y obtener el máximo rendimiento personal.

 

Este, a priori, atractivo planteamiento aparece deslavazado en un discurso de errática exposición, con abundantes textos explicativos no integrados en la narración que rompen el ritmo y evidencian un manierismo y tendenciosidad manifiesta. No existe explicación que ampare causas y efectos (o, si aparece, denota una terrible ingenuidad, caso de la justificación de Green Peace vendida a intereses pesqueros). Los personajes caen dentro del estereotipo más vulgar; la realidad que transmiten en sus diálogos no puede ser más simple y cuando intentan reflexionar en torno a su situación es todavía peor. Abundan las situaciones resueltas de forma groseramente burda. No existe la menor intención de aprovechar el recurso más claro: el escenario. No se ha realizado el más mínimo esfuerzo de introspección en una cultura no occidental (los ademanes, comportamientos, expresiones y forma de pensar son copiadas sin rubor por quienes confiesan odiarlos). El desenlace naufraga en el océano de los lugares comunes (realidad virtual, megalomanía). En suma, la narración demuestra una pasmosa pobreza de recursos, un lenguaje descuidado y una total falta de estilo.

 

Pero el detalle más doloroso lo constituye la gran cantidad de incoherencias argumentales (1) y clamorosos errores tecnológicos que adolece el texto. Por destacar algunos: aviones a propulsión nuclear (material desechado incluso en la carrera espacial por el enorme riesgo de que la atmósfera pudiera propagar la radiación en caso de accidente) dotados de “un elemento que elimina la radiación nuclear” (la eliminación es imposible, en todo caso se podría recubrir el reactor con una sólida vasija impermeable); pensar en la ubicación exacta de una teórica bomba nuclear que arrasara completamente Europa sin que llegara a afectar a África (¿acaso las bombas entienden de fronteras, la geografía de Europa es circular o el mar supone una barrera contra la radiación?); desarrollar bombas atómicas “biológicas” por el curioso método de que el anfitrión ingiriese magnetita, mineral que actúa atrayendo isótopos de uranio 235 “del ambiente” y “cargándolo” como si de una vulgar pila se tratara hasta el momento de la reacción en cadena (ojiva nuclear portátil cuya radiación residual es detectada en una inspección rutinaria en un barco de carga pero no en un vuelo comercial); plantear un viaje transoceánico de un carguero desde Guinea al puerto de Boston en apenas 10 horas (4.800 millas náuticas, algo así como 900km por hora, casi match 1, velocidad que dado el rozamiento del agua es más que dudoso que se pudiera alcanzar nunca); dar a entender que por Túnez es atravesado por la línea del ecuador (el “expulsador” del proyecto de atmósfera artificial es situado allí); o pensar que “conociendo el paradero de un trasmisor enemigo es posible descodificar la frecuencia de emisión de TODA la Unión Europea” (que, en la práctica, sugiere que es posible conocer el contenido de las emisiones, que dicha frecuencia nunca se cambia, ni va codificada); etc.

 

Un decepcionante ejercicio de política-ficción que parte de una interesante extrapolación de la situación real de nuestro mundo.

 

(1) Actos estúpidos como arrojar al desierto a un colaborador en un país hostil como forma más segura de que el enemigo averigüe los planes propios; mostrar a los caciquiles mandatarios africanos comportarse como redomados demócratas; plantear la unificación política de África, un continente marcado por irreconciliables luchas intestinas; organizar un comando de elite formado por un individualista tecnófobo, un filósofo resentido y un hijo de papá, que intercambian caducas contraseñas verbales (¿acaso no disponen de una simple foto para reconocerse?) y durante su misión no paran de hablar de política y diferentes concepciones del mundo; plantear conflictos bélicos ficticios como forma de ocultar el rearme de una organización secreta; o lograr mantener en el más estricto anonimato a un grupo de científicos capaz de construir con tecnología propia armas, aplicaciones como el consejo virtual, o robar un satélite americano ¡en desuso!

 

Valoración: Insuficiente

"El resto", de Juan Herranz

 

Las historias sobre viajes en el tiempo con paradoja incluida han atraído desde siempre a los escritores de ciencia ficción, siendo tal vez “El sonido del trueno” de Ray Bradbury una de las más conocidas. En este relato, el viajero utiliza una técnica experimental (1) para visitar el hogar familiar e intentar poner sobre aviso a su padre. Una historia prototípica que repite las debilidades de la novela anterior.

 

(1) Según el cuento, la industria informática derivó hacia la química tras el descubrimiento de reacciones químicas capaces de codificar información; la inoculación de sustancias químicas en el cerebro produjo como consecuencia viajes en el tiempo, debido a que “la transmutación química de la materia produce viajes al pasado” (sic).

 

Valoración: Insuficiente

"L", de Juan Herranz

 

Los biocips son máquinas de aspecto humanoide que trabajan en Marte al servicio de la Fundación Tierra. Brad es un evolucionado modelo L3, réplica exacta e indistinguible de un ser humano. Cuando averigua que su compañero L2, menos perfecto, ha dejado de “ser funcional” decide actuar. Historia que plantea el manido argumento de si existe realmente diferencia entre un ser mecánico dotado de conciencia de otro de carne y hueso, pero de una forma burda y sin trascender el tópico.

 

Valoración: Insuficiente

"Triángulo de Scarpa", de Juan Herranz

 

Banderas es el líder de una autodenominada vanguardia cultural, integrada por ricos hijos de papá en busca de nuevas sensaciones. La contemplación de un cuadro impresionista le inspira un nuevo performance: reabrir La Monumental de Barcelona para celebrar una corrida de toros a la antigua usanza.

 

Dice la Wikipedia que “El triángulo de Scarpa o triángulo femoral es un punto situado en la zona inguinal del muslo, famoso por ser una de las vías de entrada más comunes de las astas de los toros durante las corridas”. El cuento ofrece pálidos retazos de ambientación futurista, pasajes que alternan el discurso ético y el ridículo, cierto suspense por el desenlace, y poco más.

 

Valoración: Insuficiente

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