Un thriller ambientado en Madrid que combina intriga, terror, romance y un doble retrato generacional y que emplea recursos propios del BestSeller con referentes culturales autóctonos y contemporáneos. La novela incluye abundantes elementos fantásticos de carácter sobrenatural y de horror cotidiano en un entorno realista muy sólido; un escrito que destaca por su excepcional caracterización de personajes, una muy elaborada estructura de escenas y una pulcritud formal desprovista de florituras estilísticas
Noviembre
Antonio Calzado es un escritor cordobés conocido por sus novelas «El círculo del lobo» (2008) y «Umbría» (2009), ambas publicadas por la editorial andaluza Almuzara y que constituyen dos apreciables muestras de terror fantástico. Con «Noviembre», su tercer libro hasta la fecha, ha obtenido el I Premio de Literatura Fantástica Ciudad de Maracena, un galardón al que se hizo acreedor “por la calidad estilística del manuscrito y el sólido trato de los personajes. Asimismo, han sido ingredientes decisivos para la consecución del reconocimiento la firme historia que plasma, el hábil entrelazamiento de realidad y fantasía y la revisión contemporánea del mito de Fausto”, en palabras del jurado. Un thriller ambientado en Madrid que combina intriga, terror, romance y un doble retrato generacional y que, como en anteriores ocasiones, emplea recursos propios del BestSeller con referentes culturales autóctonos y contemporáneos.
La novela se ubica en el presente para narrar la vida de Andrés, un joven estudiante que convive con su padre viudo, antiguo guitarrista de un conocido grupo de rock de los años ochenta al que los excesos de una vida disipada retiraron de los escenarios. Un muchacho de apenas dieciséis años con las preocupaciones habituales de los chicos de su edad pero que, además, ha de responsabilizarse de un padre ex alcohólico y drogadicto que se avergüenza de haber desatendido a su hijo en el pasado y se niega patológicamente a abandonar el hogar familiar. Andrés es un lector compulsivo que acostumbra a robar un libro al mismo tiempo que adquiere otro, hasta que un misterioso volumen se cruza inopinadamente en su camino; un ejemplar que ansía Ferrán Garcés, gerente de una editorial de libros de temática esotérica y hombre muy rico que no duda en emplear todos los recursos a su alcance para intentar obtenerlo y hacer realidad un viejo sueño.
Andrés descubre con sorpresa que el ejemplar robado no es el que pensaba sino otro titulado «El Mensajero de Asufel», un texto hermético que describe las muchas reencarnaciones de un ser eterno en su lucha interminable contra una entidad maléfica surgida del mundo de los espejos, a la que denomina Azoth, el Señor de los Dones o el Demonio de los Espejos. Una contienda descrita en clave de juego delirante cuyas reglas escapan a la razón y muestran un universo aterrador imposible de ser aprehendido de forma coherente. Andrés se obsesiona con el libro y padece cada noche terribles pesadillas en las que vislumbra un mundo de agonía, muerte y mutilación. Porque de una manera inconsciente intuye que Azoth, que ahora se hace llamar Noviembre, camina de nuevo entre los vivos, es el Padre de las Mentiras y su único juego es la muerte.
«Noviembre» es una novela que incluye abundantes elementos fantásticos de carácter sobrenatural y de horror cotidiano en un entorno realista muy sólido. Ciertamente, los inicios pueden resultar demasiado morosos por la descripción prolija de cuestiones cotidianas, al igual que sucede en los largometrajes norteamericanos de catástrofes que comienzan exasperantemente lentos presentando personajes y situaciones ordinarias para luego dar un impulso vertiginoso a los acontecimientos. Sin llegar a tales extremos de efectismo, a partir de cierto momento –posiblemente desde el instante en que Andrés se siente observado por un desconocido que nadie más parece ver- la historia remonta en intensidad y comienza a mostrar todo su potencial. Sin duda, los detalles fantásticos de la trama, junto a otros recursos propios del thriller como la fluidez narrativa, la inclusión de un romance dispar, diversos giros argumentales o el suspense por el desenlace, ayudan a aportar un mayor dinamismo a la narración y, con ello, un mayor atractivo para el lector.
En cuanto a estilo, destaca la suma corrección formal del texto. Un escrito pulcro pero, igualmente, desprovisto de florituras estilísticas y tan sobrio que nunca alcanza a apasionar –lo que constituye, a mi juicio, su mayor defecto-; fallas que el autor suple extraordinariamente bien gracias al empleo de un lenguaje certero y adecuado a cada contexto para enriquecer descripciones, diálogos, momentos de introspección. Las tramas principales y secundarias se entrelazan con naturalidad, la narración transcurre con convicción evitando la vacuidad del mensaje, los lugares comunes y las frases hechas, desarrollando una trama si no absolutamente original sí al menos sincera y personal en sus presupuestos. Además, Calzado enriquece su novela con frecuentes aforismos e impactantes reflexiones existenciales, como la que da inicio a la novela: “La realidad es precisamente aquello que nos fastidia la vida”, o “Lo malo de vender el futuro es obligarse a vivir en el pasado”, “Hay quien dice que el futuro es una página en blanco, pero eso no es cierto. Lo que te cuento esta noche decidirá nuestro mañana y todos los días a partir de mañana, es el precio de los errores”. Todo ello conforma una obra adulta, con una estructura de escenas muy consistente y elaborada.
Capítulo aparte merece la excepcional caracterización de personajes. Andrés parte como protagonista principal de la historia: un muchacho reservado, enamorado secretamente de una compañera de clase llamada Eva y obligado por las circunstancias a actuar como cabeza de familia, quien siente un rencor amargo hacia su padre por su abandono infantil y las extrañas circunstancias que rodearon la muerte de su madre. Porque su padre, en efecto, fue un idiota inconsciente, un romántico que dilapidó su juventud en una espiral autodestructiva y ahora intenta enmendar los errores del pasado cuidando a su hijo y ocultando un oscuro secreto del que se niega a hablar con nadie. Por su parte, Eva también es un alma atormentada por una experiencia traumática que exige expiación, con quien Andrés entabla una amistad que deriva en singular romance.
Otros secundarios pueblan igualmente la narración –el citado Ferrán Garcés, el profesor Arturo Yeste, Nebiros, el Budi, el Ermitaño- pero es Noviembre quien pronto roba a todos el protagonismo absoluto con su personalidad magnética. Un villano megalomaníaco sutilmente perverso y fascinante, dueño de una ambición desmedida y un egoísmo carente de cualquier muestra de piedad, con el poder de un dios… o un demonio. Con su elocuencia arrolladora y ademanes de rancio caballero encandila a sus víctimas prometiéndoles hacer realidad cualquier sueño, pero pide a cambio “una pequeña compensación” con la que luego disfruta viendo cómo aflora en ellos lo peor de sí mismos; un ser maquiavélico que siente un inusitado orgullo en no faltar nunca a su palabra y cumplir siempre las reglas del sagrado Juego.
De forma sorprendente, Andrés resiste su hechizo y aunque ello supone un evidente contratiempo en sus planes, Noviembre adora los enigmas y dispone de todo el tiempo del mundo para doblegar su voluntad. La confrontación entre un personaje en apariencia débil como Andrés y otro terriblemente poderoso hasta el extremo de la displicencia como Noviembre se resuelve de una forma magnífica. Los escasos momentos en que ambos contendientes se enfrentan cara a cara resultan reveladores y cargados de un alto componente dramático; un equilibro de voluntades y diálogos con sentidos ocultos que sólo ellos saben interpretar en su pleno significado. Como resultado, Andrés pierde paulatinamente su inocencia y se adentra en un mundo oscuro del que finalmente acaba participando.
Finalmente, junto a la mencionada corrección formal y la caracterización de personajes, cabe citar el firme tratamiento realista de la novela. Un realismo que se refuerza a base de detalles cercanos y localistas: la librería ubicada en la calle Doctor Esquerdo existe aunque con otro nombre, Plaza del Libro emula a una conocida cadena de librerías, se señalan libros de escritores reales (entre otros, «El señor de la Rueda» de Gabriel Bermúdez Castillo, «Lágrimas de luz» de Rafael Marín o «Soy leyenda» de Richard Matheson) y conocidos grupos de Metal y Rock duro trasgresor, incluso la editorial de Ferrán Garcés que publica libros de autoayuda y espiritualidad es fácilmente reconocible; es decir, el autor toma diversos elementos cotidianos de su entorno y los altera levemente para mantener así el máximo nivel de verosimilitud. Por otra parte, en esta novela Calzado demuestra su conocimiento de la literatura fantástica y de ciencia ficción publicada en España, e incluye guiños al género partiendo de la dedicatoria a «Solaris» de Stanislaw Lem.
La edición en rústica a cargo de Almuzara es más que notable, aunque se echa en falta una más exhaustiva corrección de estilo que hubiese evitado el curioso abuso en el empleo de los dos puntos en la segunda mitad del libro. Una editorial con un bagaje de publicaciones de género francamente interesante, pues aparte de las obras indicadas en su catálogo podemos encontrar a los diferentes ganadores del premio de terror Villa de Maracena: «Bajo Tierra» de Sebastian Coh, «Los lobos de Serieva» de Valeria Sabater y «Ni dios ni amo» de Francisco Baeza, así como otros títulos muy comerciales como «Guerra Mundial Z» de Max Brooks o «La guerra de la doble muerte» de Alejandro Castroguer. Ahora llega el turno de «Noviembre», una narración de tintes sobrenaturales cuyos derechos de traducción han sido adquiridos por una editorial israelí para su traducción al hebreo; una historia amena con un desenlace emocionante, crudo y esperanzador, digna merecedora del I Premio de Literatura Fantástica Ciudad de Maracena.