Paul Kearney posee un formidable sentido para la épica, que pone de manifiesto no sólo en la emocionante descripción de escaramuzas y batallas sino en su preparación estratégica, en las alianzas políticas, en la ambición de riquezas y poder de los diferentes personajes y, en general, en el relato siempre apasionante de todo un mundo imaginario pero tan consistente, verosímil y vital como el real. El norirlandés sabe muy bien qué elementos manejar para atrapar la atención del lector en cada momento, suministrando argumentos cada vez más ambiciosos, giros en la trama, nuevos personajes que interactúan con los ya existentes y cuya alternancia en el protagonismo permite avanzar en el curso de acción, ampliar el espectro de puntos de vista y ofrecer una visión mucho más completa de ese complejo continente llamado Normannia
Los reyes heréticos
«Los reyes heréticos» es la segunda novela de la serie de fantasía épica Las Monarquías de Dios. La saga se inició con la más que notable «El viaje de Hawkwood» y en breve continuará con «Las guerras de hierro», «El segundo imperio» y «Naves del oeste», tres títulos anunciados para este año 2011 por la editorial Alamut tras lograr solventar, con notable éxito participativo, los problemas de continuidad que padeció la serie en España. El libro cuenta con un prólogo que refresca acontecimientos del volumen anterior, una práctica que se antoja imprescindible en cualquier saga que se precie, tan prolijo y completo como para iniciar la lectura independiente del libro.
Así, tras los disturbios que siguieron a la caída de Aekir, en la que se dio por muerto al sumo pontífice Macrobius, la Iglesia ramusiana se ha escindido. Los prelados de los Cinco Reinos occidentales de Nomannia han proclamado nuevo pontífice al fanático Himerius, pero en la conferencia de monarcas tres reyes: Abeleyn de Hebrion, Mark de Astarac (su futuro cuñado) y Lofantyr de la asediada Torunna, reafirman la autoridad de Macrobius como legítimo pontífice, lo que supone de facto un cisma religioso que amenaza convertirse en una guerra fraticida justo en el peor momento de la invasión merduk. En esa situación de incertidumbre, los hasta entonces neutrales electorados fimbrios aprovechan para ofrecer los servicios de sus tropas mercenarias, aunque muchos sospechan que sus verdaderas intenciones no son otras que establecer una presencia militar estratégica como paso previo a la reconstrucción de su antiguo imperio. Torunna se ve obligada a solicitar refuerzos para que el dique de Ormann no corra la misma suerte que Aekir, mientras que en el resto de reinos se suceden los levantamientos entre partidarios y detractores del nuevo pontífice y dan comienzo las purgas contra los practicantes de la magia dweomer.
En Abrusio, capital del reino de Hebrion, la ausencia durante meses del rey Abeleyn ha sido aprovechado por sus enemigos para establecer una alianza secreta con los Caballeros Militantes, brazo armado de la Iglesia, y propiciar un sangriento levantamiento armado para derrocar al declarado rey hereje, aunque de momento el general en jefe del Ejército y el almirante de la poderosa flota se muestran fieles a la corona. Por su parte, Corfe Cear-Inaf acude a la corte de Torunna para poner a salvo a Macrobius; allí las intrigas del poder entre el rey Lofantyr y la reina madre le conducen a aceptar el mando de una columna móvil, un ejército miserable compuesto por medio millar de presos galeotes mal pertrechados y peor adiestrados, con órdenes de aplastar a los nobles levantiscos del sur que aprovechan la creciente inestabilidad para alcanzar mayores cotas de autonomía. Corfe, de origen plebeyo, no le queda más remedio que ganarse un nombre en la guerra si desea medrar en el difícil terreno de la alta política.
Entre tanto, el capitán Richard Hawkwood y su cargamento de magos exiliados finalizan con éxito su periplo por el Gran Océano Occidental en busca del continente perdido, expedición comandada por el ambicioso noble Murad de Galiapeno. Al fin los vigías avistan tierra, pero los supervivientes están inquietos porque son conscientes de que una poderosa fuerza mágica ha impedido el retorno de noticias durante los tres últimos siglos. El mago Bardolin sospecha que el Nuevo Mundo está habitado y, apenas instalados, organiza una expedición que se adentra en la jungla en busca de respuestas; un territorio exótico pero sumamente hostil, que de una manera inesperada arroja luz sobre el pasado y el futuro de Normannia.
Y en la ciudad monasterio de Charibon, el descubrimiento casual de una capilla oculta en las catacumbas de la biblioteca permite a los hermanos Albrec y Avila conocer manuscritos que podrían conmover los cimientos de la fe, como un texto que relata los últimos años de vida del santo Ramusio y sería considerado herético por la jerarquía eclesiástica de conocer su existencia. La Iglesia ramusiana está ocultando de manera consciente el conocimiento del pasado para preservar su hegemonía en el mundo basada en la ignorancia.
Sin lugar a dudas, Paul Kearney posee un formidable sentido para la épica, que pone de manifiesto no sólo en la emocionante descripción de escaramuzas y batallas sino en su preparación estratégica, en las alianzas políticas, en la ambición de riquezas y poder de los diferentes personajes y, en general, en el relato siempre apasionante de todo un mundo imaginario pero tan consistente, verosímil y vital como el real. El norirlandés sabe muy bien qué elementos manejar para atrapar la atención del lector en cada momento, suministrando argumentos cada vez más ambiciosos, giros en la trama, nuevos personajes que interactúan con los ya existentes y cuya alternancia en el protagonismo permite avanzar en el curso de acción, ampliar el espectro de puntos de vista y ofrecer una visión mucho más completa de ese complejo continente llamado Normannia.
El argumento prosigue en el mismo punto donde terminó la novela anterior, manteniendo el mismo tono, ritmo e interés por el desenlace de los acontecimientos (de hecho, asemeja ser una única y gran historia dividida en varios volúmenes por razones comerciales, lo cual constituye un gran acierto del autor) aunque, a mi juicio, el número de escenas “pulp” haya aumentado y, de hecho, considero que la parte correspondiente al Nuevo Mundo es lectura únicamente recomendable para lectores específicos de género.
De los entresijos de la alta política y la diplomacia en favor del actual statu quo se pasa a las facciones enfrentadas, la planificación de la guerra a gran escala -a un tiempo civil y mundial-, a la lógica de bloques, las alianzas de conveniencia y el embrión de grandes imperios futuros; el objetivo de todos es alcanzar el poder lo antes posible y asegurar las alianzas necesarias para mantenerlo. Se suceden épicas batallas (en Abrusio y alta mar), afloran reveladores detalles sobre el pasado de Normannia (respecto al antiguo imperio fimbrio y la vida y obra del santo Ramusio), aparecen nuevos personajes (los fimbrios Kyriel y Briscus, el noble Sastro di Carrera y el clérigo Quirion de Fulk, la reina madre de Lofantyr, Orkh el archimago… la mayoría llamados a ocupar muchas páginas en el futuro), otros adquieren mayor protagonismo (Corfe, lady Jemilla) mientras algunos (Hawkwood, Golophin, Bardolin) apenas adoptan un rol secundario. Y, al fin, se citan las siete disciplinas del dweomer: cantrimia, rima mental (lectura de mente), feralismo (capacidad de leer el corazón de las bestias y duplicarlas), teúrgia verdadera, adivinación, dominio del clima y cambio de forma.
«Los reyes heréticos» constituye una lectura muy recomendable. Los personajes reflejan extraordinariamente bien sus sentimientos y su visión personal acerca de los acontecimientos, los diálogos poseen una enorme intensidad dramática y la trama transita con suma fluidez hasta el desenlace; trescientas páginas que se hacen cortas y se leen en un auténtico suspiro. ¿Qué mejor cumplido para cualquier libro? Como crítica menor, cabe decir que el texto persigue un fin fundamentalmente lúdico e incluye alguna clara incoherencia argumental (1), pero ojalá todos los libros tuvieran la misma calidad literaria, riqueza de vocabulario y tramas interesantes en las que es posible aprender, entre otras cuestiones, lecciones de auténtica Historia. Mención destacada merece la traducción, obra de Nuria Gres, cuya calidad formal sólo es comparable a la dificultad intrínseca de traducir términos náuticos y bélicos de época.
Una aventura repleta de acción y un ritmo trepidante que se antoja uno de los mejores mundos de fantasía publicados en los últimos años. Una serie perfecta para ser trasladada a la pequeña pantalla; en HBO, por supuesto.