Portal Literatura Fantástica

Libros publicados en 2012

La isla de Bowen

Un libro que incorpora todo el sabor de las grandes novelas de aventuras de escritores de la talla de Jules Verne o Arthur Conan Doyle, una historia que tiene que ver con lo desconocido, con cruzar las fronteras de la civilización y llegar a donde nadie más ha llegado, con ensanchar los límites del conocimiento. El relato armoniza Historia, ciencia y ciencia ficción para modelar una atractiva aventura situada en los confines del planeta y recomendable para todos los públicos

La isla de Bowen

«La isla de Bowen» es la novela ganadora del XX Premio Edebé de Literatura Infantil y Juvenil, un galardón que ha recaído por cuarta vez en el reputado César Mallorquí, hijo del gran José Mallorquí, creador de personajes de la novela popular tan famosos como El Coyote. César consiguió el premio en competencia con otras 190 obras procedentes de todo el mundo, un certamen dotado con la nada despreciable cantidad de 30.000€ en metálico y publicación de la historia ganadora en las cuatro lenguas oficiales del estado español: castellano, catalán, euskera y gallego (y, gracias a un acuerdo con la ONCE, también en Braille).

 

El premio Edebé fue instituido en 1993 y desde sus inicios ha galardonado a grandes escritores de literatura fantástica y general, como Carlos Ruiz Zafón («El príncipe de la Niebla», 1993), Joan Manuel Gisbert («La voz de madrugada», 1995), Elia Barceló («El caso del artista cruel» en 1998 y «Cordeluna» en 2007), «Care Santos» («Laluna.com», 2003), Andreu Martin («Los dueños del paraíso», 2005), Jordi Sierra i Fabra («Llamando a las puertas del cielo», 2006), Juan Madrid («Huida al sur», 2008), Maite Carranza («Palabras envenenadas», 2010) o Susana Vallejo («El espíritu del ultimo verano», 2011), entre otros.

 

César Mallorquí es un autor muy conocido por sus libros fantásticos publicados en sellos de literatura juvenil (lo que no implica necesariamente que sus historias sean única o exclusivamente juveniles): «El último trabajo del Señor Luna» (1997, premio Edebé), «La fraternidad de Eihwaz» (1998, Edebé), «La cruz de El Dorado» (1999, premio Edebé), «La catedral» (2000, premio Gran Angular de SM), «Las lágrimas de Shiva» (2002, premio Edebé), «La compañía de las moscas» (2004, Alfaguara), «El viajero perdido» (2005, SM), «La Mansión Dax» (2005, SM), «El juego de Caín» (2008, Espasa), «El juego de los herejes» (2010, Espasa) o «Leonís» (2011, Edebé), por citar algunas de sus obras más representativas. Aunque en su palmarés (y corazón, me consta) hay una presencia destacada para la ciencia ficción: relatos largos y novelas cortas que cosecharon en la década de los 90’ la práctica totalidad de premios del género, como el Alberto Magno de la Facultad de Ciencias de la Universidad del País Vasco (en dos ocasiones), el UPC de la Universitat Politécnica de Catalunya, el Pablo Rido, Domingo Santos, Aznar, Gigamesh e Ignotus de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror. Buena parte de estos cuentos fueron reunidos en la imprescindible (y, desgraciadamente, inencontrable hoy día) antología «El círculo de Jericó» (Ediciones B, Nova nº 73, 1995), de enorme calidad literaria y especulativa; al menos, «El coleccionista de sellos» (premio UPC) vuelve a estar de nuevo accesible al haber sido recientemente reeditado por Alberto Santos Editor.

 

Según cuenta en su blog personal, La fraternidad de Babel, Mallorquí esperaba el momento adecuado para escribir una historia al estilo de su admirado Jules Verne, un relato que fuese “un regalo hacía mí mismo”, una obra que define como “la novela menos juvenil que he escrito. No porque no pueda disfrutarla un adolescente, sino porque está escrita para un cincuentón que adora la novela de aventuras clásica y, en especial, a Julio Verne, Wells, Hergé, Conan Doyle, Stevenson... La isla de Bowen es un destilado de todos los relatos de aventuras que leí durante mi juventud. Y también es la primera novela de ciencia ficción que he escrito en mucho tiempo. Aunque, eso sí, la clase de ciencia ficción que podría haberse escrito a principios del siglo pasado. Eso es parte de su gracia”.

 

En efecto, «La isla de Bowen» es una gran novela de aventuras en sentido clásico. Ambientada en 1920, narra la búsqueda de una mítica isla situada más allá del Círculo Polar Ártico siguiendo las instrucciones consignadas en el denominado códice Bowenus (1), un antiguo manuscrito escrito por un monje celta del siglo X que marchó a cristianizar paganos a tierras de Noruega y encontró en cambio un territorio lleno de prodigios inimaginables; en la cripta donde reposan sus restos fueron hallados objetos cuya mera existencia se revela imposible a tenor de la tecnología de la época (e, incluso, contemporánea a la acción) y que fueron robados de forma harto sospechosa poco después.

 

Un afamado arqueólogo, sir John T. Foggart, parte de Inglaterra con intención de resolver el misterio. Tras meses sin noticias, su mujer recibe un paquete procedente del pequeño puerto noruego de Havoysund, y en su interior un fragmento de metal y una carta manuscrita de su marido en la que la advierte sobre las siniestras intenciones de Aleksander Ardán, un hombre de negocios sin escrúpulos e inmensamente rico, dueño de la corporación Ararat Ventures. Su mujer e hija, muy preocupadas, viajan a España para solicitar la ayuda de un antiguo colega, el siempre malhumorado profesor Ulises Zarco, eminente científico y director de la sociedad geográfica SIGMA, quien decide organizar una expedición de rescate al descubrir que la muestra de metal es titanio puro, un enigma para el que la ciencia no tiene respuesta.

 

Y así, junto al experimentado aventurero Adrián Cairo, el joven fotógrafo Samuel Durango, el químico Bartolomé García, las dos damas inglesas y el capitán Verne al mando del Saint Michel, un vapor adaptado a las exploraciones científicas, Zarco encabeza un periplo rumbo a lo desconocido, hacia un lugar en el que la creencia popular sitúa una de las entradas al infierno.

 

 

«La isla de Bowen» es un libro que incorpora todo el sabor de las grandes novelas de aventuras de escritores de la talla de Jules Verne o Arthur Conan Doyle, una historia que tiene que ver con lo desconocido, con cruzar las fronteras de la civilización y llegar a donde nadie más ha llegado, con ensanchar los límites del conocimiento. El relato armoniza Historia, ciencia y ciencia ficción para modelar una atractiva aventura situada en los confines del planeta y recomendable para todos los públicos, una gesta que –si se me permite- emula en cierto modo las peripecias de Phileas Fogg en «El viaje al mundo en 80 días», al conducir a los protagonistas de Madrid a Santander por ferrocarril, luego en barco al sur de Inglaterra, Londres, atravesar el canal de la Mancha, adentrarse en el mar del Norte, visitar la ciudad noruega de Trondheim y la isla de Kvitoya, y finalmente hollar las inexploradas aguas del océano Ártico en una singladura de suerte impredecible.

 

Como lector, una de las virtudes más destacables del libro es su contagiosa amenidad, que explota aportando continuos detalles a un ritmo ágil con el fin de mantener en todo momento la atención del respetable. La ambientación de época es simplemente funcional, pues el libro se centra en la trama y el misterio creciente a desvelar, la prosa es ligera, el lenguaje llano (2) y sin excesivas complicaciones formales, el diálogo abundante; sin lugar a dudas, prima el Mallorquí narrador sobre el estilista, aunque en el texto podemos encontrar ejemplos de buen oficio como cuando Samuel Durango, el fotógrafo contratado ex profeso para documentar gráficamente la expedición, relata en su diario los pormenores del viaje utilizando una voz propia que imprime un agradable contrapunto reflexivo, un narrador de facto que ayuda a situar (y sosegar) la acción cuando es preciso.

 

En la novela se aprecian no pocos homenajes que el autor se apresura a reconocer en las notas finales, entre los más evidentes podemos citar el nombre del capitán Verne (y el de su navío, la Saint Michel, una embarcación que perteneció efectivamente a Jules Verne) y el profesor Ulises Zarco, un claro trasunto del profesor Challenger, el gruñón protagonista de «El Mundo Perdido» de Arthur Conan Doyle (el apellido Zarco es, a su vez, un homenaje al doctor Zarkov de Flash Gordon), aunque también pueden encontrarse referencias bastante explícitas a los trípodes alienígenas de «La guerra de los mundos» de H.G. Wells, King Kong, las aventuras de Tintín, el capitán Nemo, y un largo etcétera. Además, se introducen numerosas cuñas didácticas que añaden un plus a la novela (la teoría de la deriva continental de Alfred Wegener, nociones de mitología clásica, detalles biográficos de Arthur Conan Doyle, explicaciones científicas sobre química, geografía, metales, fotografía, navegación, grandes descubrimientos…), así como los consabidos romances (castos y estereotipados, como corresponde a la época) y algunas divertidas escenas protagonizadas por el misógino Zarco y la sufragista Lady Elisabeth.

 

«La isla de Bowen» es una lectura dinámica y muy agradable, una novela de ciencia ficción escrita a la manera de los clásicos pero que propone -y resuelve de una manera ciertamente original- uno de los temas fundamentales del género moderno, como es el problema de la comunicación… a costa de un desenlace inquietante. Una novela con más de 500 páginas que se vende al mismo precio que el resto de títulos de la colección: 9,95€. No hay excusa para quien desee leer un bueno libro a un precio inmejorable.

 

 

(1) Una idea ya explorada en «Leonís», al igual que la traumática desaparición paterna.

(2) Un lenguaje en el que aparecen algunas expresiones contemporáneas que, a mi juicio, hubiera sido mejor evitar, anacronismos del tipo: “ser el último mono”, “salir por piernas” o “coger el tranquillo”.

 

Volver a Literatura Fantástica

eXTReMe Tracker ¡CSS Válido! Valid HTML 4.01 Transitional Icono de conformidad con el Nivel Doble-A, de las Directrices de Accesibilidad para el Contenido Web 1.0 del W3C-WAI Acceso a la Web de la editorial