«Subte» acontece en un momento indeterminado aunque no demasiado lejano de la historia futura de la humanidad. Algunos humanos viven refugiados en el interior de túneles de metro para escapar de los mortíferos rayos del exterior, una luz que quema a su contacto y provoca llagas en la piel. En este lugar en penumbras subsiste una sociedad tribal adaptada al medio extremo. La forma de pensar, entender e interactuar de estos supervivientes se halla muy mediatizada por la más cruda lógica de subsistencia, y la realidad nada tiene que ver con la civilización del pasado
La obra tiene la extensión de un relato largo pero la densidad de una novela completa. La prosa de Rafael Pinedo es excepcional y enormemente literaria; descarnada, épica, dotada de una cruda viveza, con una ausencia casi patológica de diálogo como signo más evidente del proceso de deshumanización y un mensaje muy claro: “cuando la supervivencia acapara toda la atención, la frágil capa de civilización que nos protege del horror no tarda en resquebrajarse”
Subte
«Subte» es el tercer y último libro de una terna que también incluye a «Plop» (primer premio Casa de las Américas en 2002) y «Frío», un tríptico de novelas breves que se desarrollan en un mundo post-apocalíptico y comparten entre sí una misma ambientación, preocupación formal y desesperanza acerca del futuro del ser humano. Una visión apocalíptica sobre la destrucción de la cultura elogiada por la crítica como una obra excepcionalmente original y atípica, y que en España ha sido editada por «Salto de Pagina».
La trama nos sitúa de golpe en plena lucha por la supervivencia: Proc, una muchacha embarazada de ocho meses, corre por las vías de un antiguo túnel perseguida por una jauría de lobos. El joven entenado que la acompaña queda atrás y es rápidamente devorado por las fieras; pero en su cruda realidad no hay tiempo para hueras lamentaciones y el breve instante de respiro es aprovechado para asirse a unos cables que penden de un pozo de oscuridad e iniciar un extenuante descenso. Agotada por el intenso esfuerzo realizado, se aovilla en su hamaca de viaje al pie de un corredor y se deja vencer por un sueño intranquilo del que es bruscamente despertada por una desconocida tribu de hombres-murciélago, que la conducen a un mundo de tinieblas perpetuas.
«Subte» acontece en un momento indeterminado aunque no demasiado lejano de la historia futura de la humanidad. Un desastre impreciso –un conflicto nuclear o algún tipo de fenómeno cósmico- ha destruido la civilización, traído consigo un intenso frío y dado lugar a mutaciones en los escasos organismos supervivientes. Este es el nexo común de las tres narraciones que componen el tríptico, tres historias que bien podrían transcurrir en diferentes lugares del planeta con escasos años de diferencia. Un personaje femenino, joven e ingenuo pero fuerte, pragmático y decidido, lucha con uñas y dientes por sobrevivir en este nuevo mundo en el que el hálito de la vida desaparece poco a poco para dejar paso a la más profunda desolación y silencio.
En «Subte», algunos humanos viven refugiados en el interior de túneles de metro para escapar de los mortíferos rayos del exterior, una luz que quema a su contacto y provoca llagas en la piel (probable radioactividad). En este lugar en penumbras subsiste una sociedad tribal adaptada al medio extremo, una economía de mera subsistencia recolectora de hongos, troglobios y con perros domésticos como base alimenticia -de quienes aprovechan su carne y piel curtida para fabricar diversos utensilios-, sin apenas rastro de tecnología y donde la ciencia y la razón ha sido sustituida por elementos mágicos.
La forma de pensar, entender e interactuar de estos supervivientes se halla muy mediatizada por la más cruda lógica de subsistencia, y la realidad nada tiene que ver con la civilización del pasado, como queda patente en las unidades de medida utilizadas: “manos” para el recuento de objetos, “marcas” para medir el transcurso del tiempo, “durmientes” (cadáveres apilados que nadie se molestó en recoger) para establecer distancias. Las normas sociales, y en especial la sexualidad, se orientan al sostenimiento de la propia tribu, castigando con dureza los breves episodios de afectividad inter-femenina, y primando en cambio el paso del testigo de la vida de la madre al recién nacido a través del vínculo mágico del cuchillo, cuando ésta corta el cordón umbilical y traspasa (y perpetúa) su alma en la siguiente generación.
Pero aún más sorprendente es, si cabe, la sociedad de hombres-murciélago que encuentra Proc en su particular descenso a los abismos; una tribu de personas que ha logrado adaptarse con éxito a la más completa oscuridad y ha erigido su propia sociedad, con sus reglas de conducta, sentidos predominantes (son capaces de percibir los objetos por la resonancia que devuelve un instrumento de percusión que golpean al desplazarse), lenguaje corporal y jerarquía social. Una sociedad que produce sinestesias del estilo “escuché su rostro”, impulsa transformaciones biológicas tan radicales como el cráneo en punta para diferenciar sus dos castas principales, y emplea un sistema terrible y sobrecogedor para marcar el ritmo del tiempo. El choque de estas dos culturas tan extrañas, con ideas tan radicalmente diferentes en conceptos como “visión” y “luz”, resulta absolutamente fascinante.
«Subte» tiene la extensión de un relato largo pero la densidad de una novela completa. La prosa de Rafael Pinedo es excepcional y enormemente literaria; descarnada, épica, dotada de una cruda viveza, con una ausencia casi patológica de diálogo como signo más evidente del proceso de deshumanización y un mensaje muy claro: “cuando la supervivencia acapara toda la atención, la frágil capa de civilización que nos protege del horror no tarda en resquebrajarse”. Un texto que, a mi juicio, constituye la mejor obra inédita publicada de forma independiente en español durante el año 2012 y que, curiosamente, guarda mucha relación –por retrato de una sociedad de individuos ciegos, sensibilidad, protagonismo femenino, tratamiento inhibidor de la sexualidad y múltiples razones más- con la novela corta “La textura de las palabras”, de Felicidad Martínez, publicada en el volumen conmemorativo «Akasa-Puspa».
Para finalizar, una sugerencia editorial: sería un excelente homenaje a la memoria del malogrado Pinedo que se estimase la publicación conjunta, en volumen único o pack, de las tres obras que constituyen su legado; un autor “de culto” que desgraciadamente nos dejó en la cúspide de su carrera.