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Libros publicados en 2014

Las astillas de Yavé

«Las astillas de Yavé» es la última novela surgida de la pluma del prolífico escritor asturiano. Una obra perteneciente a su ciclo de La Ciudad, su intento de escribir fantasía urbana contemporánea alejada de los tópicos medievales y que transcurre en una especie de versión mágica de Gijón. El relato comienza como una arquetípica novela de detectives aunque pronto diverge respecto al canon, añadiendo elementos de su propia cosecha, en especial la hibridación con la temática sobrenatural y paranormal. Al final, con la pericia de un artesano, todas las piezas encajan en el elaborado puzle, como no podía ser de otra manera

Las astillas de Yavé

Viola Mercante, «Uve», es una ex policía que se gana la vida como detective privado en una pequeña ciudad de provincias del norte de España. Un día recibe la visita del padre Tomás Ardente, un joven jesuita que trabaja como coadjutor en la parroquia de San Andrés, un barrio pobre reducto de la inmigración latinoamericana. El padre desea contratar sus servicios para que investigue a la Iglesia del Dios Primigenio, una secta sincrética estadounidense, en apariencia inofensiva, que ha levantado sus sospechas.

 

Uve comienza a trabajar y pronto confirma que existe algo innatural en la sumisa apatía que se abate sobre sus numerosos acólitos. Sin nuevas pistas que seguir, solicita la ayuda de su ex novio Iván, tal vez el mejor amigo que ha tenido nunca y que probablemente tendrá jamás; un genio de la informática, perezoso y bastante friki, que le confirma que apenas existe información en la Red acerca de la nueva Iglesia. La misma respuesta obtiene de otras fuentes como el policía Morales y un confidente apodado el Retrepao. El único dato que trasciende se refiere a la compra para sede de la secta del viejo caserón de los Cuervo, un terreno que alberga una antigua ermita de origen prerrománico.

 

Cuando, días después, el informador muere en extrañas circunstancias dejando una excéntrica nota de advertencia, la detective descubre que el padre Ardente era su albacea, y además amigo de infancia de Iván; demasiadas coincidencias para una mujer acostumbrada a no creer en ellas. Ardente se ve forzado entonces a confesar un hecho acaecido veintisiete años atrás, cuando cuatro muchachos envalentonados entraron en la citada ermita de los Cuervo y solo pudieron salir tres gritando incoherencias en estado de shock.

 

 

«Las astillas de Yavé» es la última novela surgida de la pluma del prolífico escritor asturiano Rodolfo Martínez. Una obra perteneciente a su ciclo de La Ciudad, su intento de escribir fantasía urbana contemporánea alejada de los tópicos medievales, y a la que también pertenecen las novelas «El abismo te devuelve la mirada» (1999, premio Ignotus, posteriormente reeditado en 2008 como «El abismo en el espejo»), «Los sicarios del cielo» (2005, premio Minotauro) y «Fieramente humano» (2011, premio Ignotus), además de un buen puñado de cuentos. Historias que transcurren en una especie de versión mágica de Gijón y que reciclan para el presente siglo algunos mitos tradicionales; obras completamente independientes aunque compartan ciertos personajes y líneas de acción (1).

 

El relato comienza como una arquetípica novela de detectives, un planteamiento atractivo que posee la virtud de atraer a numerosos lectores, aunque pronto la narración diverge respecto al canon. Por supuesto, incorpora con soltura estereotipos del género negro con la sabiduría y proporcionalidad necesarias, como la voz narrativa del detective bregado en mil batallas y su contradictoria personalidad, pero el asturiano añade otros elementos de su propia cosecha: la sorpresiva identidad sexual del personaje protagonista (los primeros capítulos resultan estudiadamente ambiguos), el poco ortodoxo cliente, la marcada fijación por la religión y, sobre todo, la hibridación con la temática sobrenatural y paranormal. Martínez añade, además, un nuevo nivel de oposición al enfrentar pensamiento racional/científico a una visión mágica del universo, que estira y lleva al extremo para satisfacer sus intereses argumentales (“Vivimos en un mundo que se define racional pero que está ansioso por abrazar lo sobrenatural, lo mágico y lo milagroso”).

 

El estilo del asturiano sigue siendo tan fluido, natural y limpio de elementos de artificio como acostumbra, con un intrigante planteamiento “in media res”, un lenguaje particularmente adaptado a la descripción de los estados de ánimo de los personajes, algunas imágenes y metáforas singulares y numerosos aforismos, propios o ajenos (“La realidad es aquello que cuando dejas de creer en ella no desaparece”). Destaca también en la dosificación de la información, la introducción de continuas sorpresas con las que mantener atrapada la atención del lector, y el empleo recurrente de frases afiladas –con frecuencia, párrafos de solo una o dos palabras- que cortan como cuchillos. Recursos que persiguen obtener el efecto climático adecuado en el momento deseado; es decir y dicho en otras palabras, satisfacer los numerosos golpes de efecto que salpican la novela.

 

El de Candás dibuja un cuadro, en esencia, absurdo pero que engancha por su enorme fuerza, estructura el libro en capítulos intitulados que resumen lo que el lector va a encontrar a continuación -salvo que, en realidad, nada es lo que parece-, se despacha a gusto con una revolucionaria teoría acerca de los orígenes apócrifos del cristianismo, y añade al conjunto varios de sus rasgos de estilo más característicos –léase obsesiones-, como los personajes femeninos de fuerte carácter, múltiples referencias a la cultura popular, a la civilización nipona y a la geografía local (el bar Avalón, la Escalerona del Paseo Marítimo, el parque de la Providencia con su mirador en forma de proa de barco etc.). Al final, con la pericia de un artesano, todas las piezas encajan en el elaborado puzle, como no podía ser de otra manera.

 

Uve es, sin la menor duda, el personaje mejor construido del conjunto. Una mujer compleja y controvertida aunque en mi opinión demasiado masculina en su forma de pensar y comportarse como para resultar completamente verosímil (se antoja más la idealización de un tipo de feminidad por parte de una libido masculina): es atractiva, independiente, obstinada, carente de inhibiciones, bisexual y dispuesta a todo con tal de llevar a cabo lo que se trae entre manos; a sus treinta y tres años de edad ha vivido experiencias suficientemente intensas como para replantearse su vida, aunque a decir verdad todos los personajes de la novela dudan en algún momento acerca del rumbo que debe seguir su existencia.

 

«Las astillas de Yavé» es probablemente la novela más satisfactoria del ciclo de la Ciudad de Rodolfo Martínez. Ciertamente, no faltan los detalles oscuros (¿cómo puede un cura de una parroquia pobre contratar los servicios de una detective?, ¿una simple katana de madera puede acabar con el poder de un dios?), incluso melodramáticos (el sempiterno pupilo que ha de cumplir la promesa del maestro), pero en este thriller sobrenatural que engancha desde su primera página hallamos un equilibrio casi perfecto entre intriga, acción, entretenimiento y un enrevesado enigma que haría palidecer de envidia al mismísimo Dan Brown. Un cóctel explosivo donde imaginación y diversión quedan plenamente aseguradas.

 

 

(1) Por ejemplo, Laura, la dueña del bar Avalón, es la ex policía que detuvo al escritor psicópata Corzo en «El abismo te devuelve la mirada» y protagoniza «Los sicarios del cielo».

 

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