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Libros publicados en 2017

Memoria  de tinieblas

Valoración en breve:

 

Eduardo Vaquerizo construye una ambientación fascinante y compleja en donde explora buena parte de las posibilidades de escenario que le brinda su anterior novela «Danza de tinieblas». El resultado es una de las ucronías más notables que ha dado la ciencia ficción española, con Madrid convertida en capital del Imperio Español y principal metrópoli del mundo civilizado en pleno siglo XX. Un ejercicio especulativo de primer orden ricamente asentado en la historia de España cuya peripecia, pese a su ambición, tal vez sorprenda algo menos al lector que ya conozca la obra anterior

Memoria de tinieblas

-Argumento-


Corrían los postreros años del siglo XVI. Mientras Don Juan de Austria, el infante bastardo de Carlos V, luchaba contra el turco y lo vencía en la batalla de Lepanto, su hermanastro, por ley de sucesión rey de las Españas y coronado como Felipe II, sufría una fea herida en la pierna mientras cazaba en el monte Pardo. Mucho sufrió el rey antes de entregar la vida al Altísimo, pero cedió al fin su alma y dejó huérfano y sin descendientes al imperio. Por toda Europa, buitres coronados atendieron a la mala noticia, prestos a ganar por línea de sucesión lo que no pudieron arrebatar por las armas. Ninguno contaba con la determinación de Don Juan de Austria, que hizo velas a su escuadra y acudió a la península a defender su derecho...

 

...Fue aquella una contienda breve pero sangrienta, lucha fraticida y religiosa tanto como lucha política en toda Europa. Ninguna de las decisiones de Don Juan fue más criticada que el cisma con Roma, que le produjo el abandono de los partidarios del viejo orden, los más conservadores y menos dispuestos al cambio que luego se implantaría. Citan algunos historiadores antiguos que la terquedad del papa le costó un imperio a la cristiandad. Yo prefiero verlo al revés: la valentía de Don Juan de optar por las corrientes reformistas renegando de Roma, que se había opuesto abiertamente a su reinado, le hizo ganar un imperio”.


 

 

 

-Valoración-


Los párrafos anteriores, extraídos del apéndice titulado “Breve consideración sobre el nacimiento de la Conchabía Conjurada”, sirven de inmejorable prólogo a Memoria de tinieblas, una más que notable ucronía que continúa las líneas trazadas en Danza de tinieblas, de la que es directa continuación aunque su lectura es perfectamente independiente.

 

Si en Danza… asistíamos a la peripecia del cabo Joannes Salamanca por el Madrid de los Austrias de 1927, en la presente novela se produce un salto de cuatro décadas hasta un 1970 alternativo en el que el Imperio Español y el Otomano se erigen en las mayores potencias mundiales, enfrentadas en una sangrienta guerra europea que dura ya una década y que arrastra en su vorágine al resto de naciones del planeta.

 

El mundo se divide en grandes bloques según su área de influencia político-económica: la alianza hispano-francesa-palatinado alemán mantiene un empate técnico con las fuerzas austro-otomanas, mientras la Santa Liga de Europa del Norte, Inglaterra y los demás países católicos, en teoría neutrales, esperan como buitres a que haya un cadáver del que obtener beneficio. África es un continente despoblado debido a las plagas que introdujo el hombre blanco; Asia un destino remoto sin aparente interés; y al otro lado del Atlántico, el tratado Villiers-Floridablanca repartió los territorios de las Columbias entre España y Francia: la Santa Liga de las Columbias del Sur para la primera, y Nueva Borgoña (actual Estados Unidos) para la segunda, mientras Inglaterra y Holanda se apropiaban de los territorios más norteños (actuales Canadá y Alaska); regiones, en todo caso, escasamente exploradas y explotadas.

 

En Madrid, capital del Imperio Español y principal metrópoli del mundo civilizado, las cosas distan de estar calmadas. Alonso García de Castañeda, veterano agente de la Conchabía Conjurada, regresa de una larga estancia en Nueva Borgoña para investigar el asesinato del laureado profesor y científico Florencio Bacua. Las sospechas de la periodista Eugenia Wuwei se centran en esta poderosa organización al servicio del Rey, por lo que su Gran Maestre ordena a Alonso que colabore con ella para desviar la atención de las actividades secretas de la Orden.

 

Da comienzo así una trepidante aventura por diferentes lugares de Madrid y el sangriento frente de Alsacia, con frecuentes analepsis de Castañeda en Nueva Borgoña, un territorio inmenso habitado por un puñado de colonos procedentes de fallidos movimientos libertarios europeos que han formado comunidades furiosamente independentistas, un pasado que se revelará fundamental para el desenlace de la trama.

 

Eduardo Vaquerizo construye una ambientación fascinante y compleja en donde explora buena parte de las posibilidades de escenario que le brinda su anterior novela Danza de tinieblas. El punto Jumbar o de divergencia histórica se sitúa claramente en la muerte prematura del rey Felipe II, aunque existen otros acontecimientos que amplían de forma notable la citada divergencia: hechos históricos como la terrible epidemia que acabó con los equinos a finales del siglo XV y que golpeó a España mucho antes que al resto de Europa, lo que propició la aparición temprana de los motores de explosión en el imperio español; el establecimiento del protestantismo a consecuencia del cisma con la Iglesia católica de Roma; y la no expulsión de judíos y moriscos, puesto que las capacidades matemáticas y técnicas de los sefardíes derivaron en conocimientos de ingeniería mecánica e instrumentos de cálculo de aplicación directa en la ingeniería moderna, y los avances de la medicina mozárabe evitaron graves plagas y despoblaciones, que procuraron al imperio la masa humana necesaria para su expansión.

 

La descripción actualizada al siglo XX del Madrid de los Austrias resulta convincente: su arquitectura austera, grandes vías y colosales obras de ingeniería -como la gigantesca ciudad subterránea construida ex profeso para la Exposición Universal del 56-, la rigidez de costumbres e hipocresía moral del Imperio, o la discreta separación de poderes entre el Rey absolutista, nobleza, diversas Conchabías y un aparente Consejo de los Cuatrocientos.

 

Una urbe enorme y cosmopolita en la que se dan cita gentes de diferente origen y condición: militares, clero, funcionarios, poetas, periodistas, obreros, alguaciles, conchabes, pecheros, rateros, montistas, anarcolistas, moriscos, judíos, orientales... Una realidad alternativa que acaba de dejar atrás la revolución del vapor para adentrarse en una Edad Moderna aunque varias décadas atrasada respecto a la cronología real (1) y repleta de un sinfín de artilugios tecnológicos post-steampunk, desde modernos autocoches movidos por motores de ciclo Écija alimentados por bencina o alcohol de caña, a volateros (aeronaves, aeroplanos y gigantescos zepelines de carga y transporte), telentrópicos (cábalas de escritorio u ordenadores personales con acceso a sistemas remotos de información), máquinas de teleaudio (híbrido de teléfono y radio), autoteatrón (vídeo) y un largo etcétera.

 

Tras este extraordinario despliegue de inventiva es muy difícil que el resto de elementos que componen el libro se encuentren a la altura, y ello a pesar de que Vaquerizo es un narrador sólido caracterizado por un estilo siempre elegante y un envidiable conocimiento del idioma. Con respecto a los personajes, Castañeda se erige en protagonista casi absoluto de la trama, con algunos secundarios que lo acompañan y aportan la necesaria profundidad; un personaje complejo y con muchos claroscuros que se resuelven en un catártico final (más propio de un thriller que de una ucronía fantástica, todo hay que decirlo) pero cuya conversión en líder carismático de una inverosímil revolución americana resulta por completo impostada.

 

Igualmente, creo que se podían haber aprovechado mejor las posibilidades que brindaba el escenario, en especial una vez examinados los –fascinantes aunque reproducidos con deficiente calidad- mapas incluidos en el libro acerca de la distribución geopolítica y de Europa en guerra: apenas conocemos nada sobre las Columbias del Sur (la estancia de Castañeda en la caribeña isla de La Española es demasiado breve), la acción pasa con decepcionante rapidez por las ciudades costeras de Nueva Borgoña, brillan por su ausencia las regiones norteñas regentadas por británicos y holandeses pese a que juegan un papel relativamente importante en la guerra norteamericana… y, sobre todo, se obvia la mayor parte de Europa, Imperio Otomano, frentes diferentes al de Alsacia, África o Asia, estos últimos vastos territorios que podrían suponer una excelente fuente de materias primas para los imperios en liza o sus competidores.

 

Por otra parte, el ritmo e interés de la novela decaen un tanto una vez demediada ésta, aparecen escenas superfluas y situaciones que a mi juicio deberían haber estado más trabajadas (como la absurda huida de Castañeda de la prisión de Alsacia, tras tantos esfuerzos para capturarle), así como diversas erratas -el baile de nombres del general Gallineni/Gallieni, Marta/Eugenia Wuwei, el calibre del Villegas 50/45- que hacen pensar en una publicación un tanto precipitada.

 

Elementos ciertamente mejorables pero que en modo alguno enmascaran otros recursos de interés, como el sentido de la maravilla con que el autor describe las grandes llanuras americanas, sus nuevos asentamientos y pobladores; el nivel de detalle de los apéndices finales que documentan históricamente el relato en un muy logrado estilo arcaizante; el notorio esfuerzo de adaptación de nomenclatura (pecheros por plebeyos, sopleros por bomberos, quirás por taxis, bufantes por bocinas, alarifes por arquitectos) e invención de neologismos que arroja una visión deliciosamente anacrónica de la época; frases memorables como “Un (buen) Villegas o una Ormaetxea, y se acabó cualquier espada”, que nos introducen de lleno en la aventura a lo Indiana Jones; y, por qué no, no pocos guiños hacia la galería, desde el apellido Wuwei de la co-protagonista, el novato Eximeno, o el cameo de Joannes Salamanca y Rebeca, protagonistas de la novela anterior.

 

Memoria de tinieblas es una de las ucronías más notables que ha dado la ciencia ficción española, junto con Alejandro Magno y las águilas de Roma de Javier Negrete, Fuego sobre san Juan de Pedro A. García Bilbao y Javier Sánchez Reyes, Rihla de Juan Miguel Aguilera y Danza de tinieblas del propio Vaquerizo. Un ejercicio especulativo de primer orden ricamente asentado en la historia de España cuya peripecia, pese a su ambición y complejidad, tal vez sorprenda algo menos al lector que ya conozca la obra anterior. Una novela voluminosa con un desenlace, si no abierto, sí sujeto a cierto grado de interpretación, lo cual añade un cierto plus de interés.

 

La cubierta y mapas son obra de Eduardo Vaquerizo, quien también aportó diversas ilustraciones ad hoc. Si me permiten la sugerencia, sería genial que el próximo título de esta ucronía aconteciera precisamente durante la Guerra de Sucesión que llevó al trono a don Juan de Austria; una ficción histórica más apegada a la realidad y con el dominio del castellano antiguo que el autor ha demostrado en apéndices. Podría ser memorable.


 

(1) Existe un curioso detalle que permite datar ese retraso con bastante precisión: la aparición en la última década de un nuevo género literario popular bautizado como “futuroficción”, que en nuestra línea temporal irrumpió con fuerza en la década de 1920-30

 

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