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Libros publicados en 2007

Alejandro Magno y las águilas de Roma

«Alejandro Magno y las águilas de Roma» es, probablemente, la obra más ambiciosa de Javier Negrete, a mi juicio el mejor estilista de la actual literatura fantástica española. Una novela importante no sólo por su valor intrínseco, sino por su capacidad de enriquecer un género como la novela histórica con recursos propios de la literatura fantástica.

Alejandro Magno y las águilas de Roma

Imaginen por un momento que Alejandro Magno, el mayor conquistador de la historia, no hubiese muerto en Babilonia a la temprana edad de 33 años, justo en el máximo apogeo de un imperio que pretendía unificar bajo su mandato a todo el orbe conocido. ¿Qué medidas políticas, económicas, sociales y militares habría tomado para salvaguardar tan vasto territorio en una época donde las comunicaciones eran tan precarias? ¿Qué amenazas habrían intentado socavar su poder? ¿Qué nuevas campañas habría acometido? ¿Habría consumado sus planes para someter Europa y, en especial, a una emergente potencia militar como Roma, un pueblo orgulloso, altamente organizado y relativamente próximo a su Macedonia natal?

 

Esta es la premisa argumental de «Alejandro Magno y las águilas de Roma», una idea que sorprendentemente no es nueva, pues ya el cronista romano del siglo I Tito Livio en su «Historia de Roma desde su fundación» desarrolla la misma especulación. Livio escribió la primera ucronía o historia alternativa de que se tiene constancia, un género que apasiona por igual a los amantes de la Historia y a los seguidores de la ciencia ficción, aunque por motivos bien diferentes. En este caso, a diferencia de gran parte de las ucronías existentes en las que la imaginación del autor permite dar rienda suelta a la especulación acerca de posibles cambios en nuestro pasado, presente o futuro, Negrete parte del citado presupuesto ficticio (el denominado punto Jumbar o de divergencia histórica) para, a continuación, desarrollar una genuina novela histórica, verosímil y perfectamente documentada. La inclusión del elemento apócrifo sirve, pues, de punto de partida no ya para una novela de historia alternativa al uso sino para una novela histórica “alternativa” con todos los requisitos necesarios en cuanto a rigor histórico, presencia de personajes reales, ambientación, etc.

 

Planteado el contexto en sus justos términos, centrémonos sin mayor dilación en los detalles del relato:

 

Año 323 a.C. Tras doce años de continuas campañas, Alejandro Magno ha conquistado territorios tan lejanos como Egipto, Arabia, Asiria, Persia, Mesopotamia, India... (1). Macedonios y griegos son los nuevos amos del mundo, pero las falanges helenas se encuentran exhaustas y tras la muerte de Hefestión –su mejor amigo, general y amante-, el propio Alejandro se ha alejado de la realidad para abstraerse en la bebida y la idolatría hacia su persona. Acantonado en la suntuosa Babilonia y rodeado de generales acomodaticios, la tropa masculla su descontento; aprovechando la tesitura, dos personajes allegados al emperador gestan una conjura para cometer regicidio. Pero cuando Alejandro se encuentra a punto de morir aparece Néstor, un misterioso médico que asegura haber sido enviado por el oráculo de Delfos para salvarle la vida.

 

Seis años más tarde, con la ayuda de Néstor ahora convertido en su médico personal, Alejandro ha reconducido su vida y devuelto la confianza a su ejército. Pero la responsabilidad le atosiga y apenas logra descansar debido a una extraña enfermedad que le provoca fuertes jaquecas y esporádicos episodios de ceguera. Obligado a atender varias sublevaciones en su Grecia natal, el magno emperador toma de nuevo conciencia de las riquezas de Occidente y la potencial amenaza que supone Roma, una ciudad convencida de la grandeza de su destino.

 

Pero los planes de conquista de Alejandro pueden verse alterados por la excéntrica órbita del cometa Ícaro, en rumbo de colisión con la Tierra según los cálculos de astrónomos como Euctemón, lo que provocaría la destrucción del mundo. Pese al cometa y la enfermedad, o más bien espoleado por ello, Alejandro no piensa renunciar a su última batalla una vez que ha encontrado un digno rival para su privilegiada mente de estratega y guerrero. Y así, falanges griegas y legiones romanas se disponen a librar la mayor batalla de la antigüedad al pie del monte Vesubio, en la que dilucidar quien ostentará la supremacía del mundo.

 

El universo helénico y, en particular, la figura de Alejandro Magno han ejercido una enorme fascinación en la narrativa de este profesor de griego, madrileño de origen pero afincado en Plasencia por motivos laborales. Ahí tenemos los ejemplos de «Señores del Olimpo», «Amada de los dioses» y muy especialmente «El mito de Er» (Mención Especial en el premio UPC y premio Ignotus 2003 de novela corta), donde nuevamente el conquistador macedonio se constituía en personaje central del relato. Negrete, escritor procedente del campo de la ciencia ficción y la fantasía, aporta a la novela histórica su experiencia como diestro narrador, impregnando el texto de un sentido de la maravilla y una capacidad épica absolutamente encomiables. Despliega con naturalidad un estilo elegante, caracterizado por una gran riqueza descriptiva, una espléndida caracterización de personajes, un rico lenguaje adecuado a época y lugar, y un sabio manejo de la mitología grecolatina, combinación que convierte a la obra en terriblemente adictiva. Buena prueba de ello es el primer capítulo, donde –como en libros anteriores- condensa la complejidad de la trama en apenas unas pocas páginas introductorias en las que cada detalle importa y es relevante para el desarrollo posterior.

 

Realmente, los motivos por los que Alejandro desearía emprender una campaña contra Roma son múltiples y variados. En primer lugar, satisfacer su omnímodo deseo de poder y, de paso, vengar la afrenta sufrida por su tío Alejandro de Epiro, muerto en su intento de anexionar nuevos territorios de la península itálica. Pero igualmente existen otras poderosas razones de índole económico-militar, como la imperiosa necesidad de disponer de más territorios agrícolas con los que satisfacer las exigencias de un ejército en permanente estado de guerra (Negrete establece el “casus belli” o causa justa para la guerra en la disputa de las fértiles llanuras de Campania), defender las ciudades griegas del sur de Italia y hacer frente a una futura amenaza para su hegemonía (Roma poseía una gran influencia en el Mediterráneo, con una flota que competía con las de Cartago y otros pueblos comerciantes). Por otra parte, el imperio originado se desangraba en luchas intestinas por el poder tanto en la Magna Grecia como en las más de veinte satrapías asiáticas, de ahí la necesidad de buscar un enemigo exterior en el que focalizar sus fuerzas. Sin olvidar -elemento ficticio de la trama- que Alejandro creía firmemente en la inevitabilidad del fin del mundo, lo que acrecentaba su deseo de librar una última y gloriosa batalla.

 

Por su parte, Roma aunaba la fortaleza espartana con la ambición macedonia, lo que la impulsaba a una agresiva política expansionista que necesariamente pasaba por la anexión de las citadas ciudades griegas. Roma nunca rindió pleitesía a la corte de Alejandro enviando embajadores, y siendo como era una de las urbes más populosas de la época, con cerca de un cuarto de millón de habitantes, perfectamente podía movilizar a un ejército de más de 60.000 hombres. Legiones disciplinadas capaces de combatir en perfecta formación usando nuevas y poderosas armas. Así las cosas, el choque de ambas potencias era algo inevitable, arrastrando al resto de pueblos a tomar partido en una guerra de proporciones mundiales (2) y desenlace absolutamente imprevisible.

 

En la novela, el juego de estrategias, tácticas militares y diferentes modos de combatir de cada bando enfrentado son perfilados a la perfección, al menos para el profano en historia militar antigua (3). De hecho, el componente épico ocupa el cuerpo principal del relato en detrimento de la recreación histórica de la época, de la que apenas se incide en el examen de ambos sistemas políticos, formas de vida, organización social, división del trabajo, creencias, alimentación, vestimenta y un largo etcétera; elementos que aportan dimensión histórica al libro y constituyen uno de los aspectos más claramente mejorables. Por otra parte, la novela comienza en el momento cumbre de la vida del conquistador, pero al no tratarse de una biografía el autor obvia importantes cuestiones históricas como su ascenso al poder, la importancia del ejército consolidado que heredó de su padre (quien unificó las polis o ciudades-estado griegas) o la razón por la que emprendió un plan de conquista hacia el este.

 

En cambio, la confrontación final de ambos ejércitos se hace esperar demasiado, saturando el relato de detalles que, aunque atractivos, alargan innecesariamente la trama principal; igualmente, sorprende la existencia de algunos elementos inverosímiles (4), imagino que herencia de Negrete como escritor fantástico pero que, en este caso, restan credibilidad al entramado histórico. El libro incluye un largo capítulo dedicado al mito de Er que aparece hacia el final de «La República» de Platón, aparentemente sin venir demasiado a cuento, por lo que espero sea éste uno de los aspectos a desarrollar en la próxima novela «El último viaje de Alejandro Magno» (que cierra la miniserie de dos libros dedicados al personaje y que, sospecho, puede seguir los derroteros marcados por la novela corta publicada en el volumen de la UPC); al igual que espero se clarifiquen determinados aspectos oscuros de la presente novela, como el pasado (y futuro) de Néstor, la ignota relación existente entre Alejandro y Mirmidón, la presencia de los niños Neo y Alejandro Ego, o el curso de acción de personajes como el tribuno Gayo o Clea, quinta esposa de Alejandro. El único detalle que, personalmente, no resultó de mi agrado -por innecesario y anticlimático- es cierto giro de la trama que refuerza la explicación ucrónico-fantástica de esta historia, fórmula que ya se repitiera en la citada «Señores del Olimpo».

 

«Alejandro Magno y las águilas de Roma» es, probablemente, la obra más ambiciosa de Javier Negrete, a mi juicio el mejor estilista de la actual literatura fantástica española. Una novela importante no sólo por su valor intrínseco, sino por su capacidad de enriquecer un género como la novela histórica con recursos propios de la literatura fantástica. Un libro editado en cartoné con la habitual excelencia con que Minotauro publica a sus escritores estrella, que se completa con un mapa de época obra de Pablo Uría (no demasiado detallado para algunas situaciones) y un pequeño apéndice. Una novela altamente recomendable para todo tipo de lectores.

 

 

(1) Significativamente siempre rumbo hacia el este, buscando el fin del mundo desde que su tutor de la infancia, el gran filósofo Aristóteles, le hablara de ello.

(2) Negrete cifra las fuerzas griegas, entre macedonios y aliados, en 40.000 hombres, mientras que Roma pudo reclutar 65.000 hombres encuadrados en 13 legiones que conocían perfectamente el terreno. El ejército griego era menos numeroso por razones logísticas (más ágil a la vez que menos consumidor de pertrechos), pero contaba a su favor con una mayor experiencia, unidades de elite invictas como la temible caballería de los Compañeros y la fama de Alejandro como brillante estratega.

(3) Existe, no obstante, algún detalle no suficientemente aclarado, como que en el primer enfrentamiento entre romanos y griegos en las Ciénagas Pontinas varios legionarios lucharan pintarrajeados y vestidos con pieles de animales al estilo celta (imagino que denotando que se trataba de las incipientes legiones romanas), detalle que no sólo no se repite después sino que a partir de entonces las legiones adoptan su clásico porte marcial.

(4) Detalles menores aunque significativos, como el absurdo uso de la geometría aplicada al combate cuerpo a cuerpo por parte de cierto guerrero inexperto y aquejado de autismo severo, aspectos navales como el empleo de embarcaciones bicasco (si bien es factible que Alejandro conociera la existencia del catamarán debido a la conquista de territorios de la India, se hace especialmente difícil pensar que ordenara la construcción de una flota para el Mediterráneo y mucho menos que éstos adquiriesen proporciones titánicas para trasportar a miles de soldados en sus bodegas), controvertidos anacronismos (como la celebración de torneos y operaciones quirúrgicas como la extirpación de cataratas), etc.

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