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Libros publicados en 2006

Señores del Olimpo

Señores del Olimpo

Comentario:

 

Tras el éxito de público y crítica cosechado por «La espada de fuego» y su continuación «El espíritu del mago», existía cierta expectación por conocer el nuevo libro de Javier Negrete. Este madrileño afincado en Plasencia, profesor de griego y excelente narrador, se dejó arrastrar de nuevo por su pasión hacia la cultura clásica al extremo de glosar esta novela de carácter mitológico. Con ella ganó el más importante galardón de literatura fantástica y ciencia ficción en España: el Premio Minotauro 2006, uno de los escasos reconocimientos que aún no obraban en su poder, tras la obtención del UPC de novela corta, el Ignotus de novela o el Gigamesh de relato, además de ser finalista de los premios Edebé y El Barco de Vapor de literatura juvenil y La Sonrisa Vertical de novela erótica.

 

Si se me permite la digresión, este fallo demuestra, una vez más, que la ciencia ficción española se encuentra todavía lejos de alcanzar el mismo nivel literario que el de la literatura fantástica. Pese a todo, la ciencia ficción ha estado siempre presente en el palmarés final del premio: así, en la primera edición no hubiera desentonado el ex aequo con la obra de orientación místico-iniciática de Carlos Gardini, y el año pasado no fueron pocos los que pensaron que la ucronía de Eduardo Vaquerizo merecía el máximo galardón (véase, por ejemplo, el dictamen de los I premios Xatafi-cyberdark). Los aficionados a la ciencia ficción más clásica y deudora del sentido de la maravilla deberán –deberemos- esperar una nueva oportunidad aunque, de hecho, la editorial homónima haya publicado varios finalistas de este temática, como «Mystes» y «Crónica de Tierra 2». En suma, existen síntomas que permiten albergar ciertas esperanzas en la recuperación de un mercado que, hoy por hoy, se encuentra en franco retroceso debido al auge de la fantasía.

 

Pero volvamos a la reseña de esta novela, excelentemente editada en cartoné pero que echa en falta una adecuada corrección de galeradas (1). Un libro de temática tan clásica no podía iniciarse de otra forma más que con el relato del Génesis, marco recurrente a lo largo de la trama y que dota de sentido y motivación al amplio abanico de personajes. En un alarde de ingenio, el narrador anónimo se convierte en improvisado aedo en una taberna de pastores y, de este modo tan original, da comienzo la narración...

 

En un mundo todavía joven, en el que las luchas de poder y devaneos amorosos de los dioses subyugaban la vida de los hombres, una gran crisis amenaza con romper el statu quo que preside la paz desde tiempos inmemoriales: una climatología inusualmente adversa está provocando épocas de malas cosechas y hambrunas; la desmesurada ambición de los cada vez más numerosos hombres -protegidos de Zeus-, pone en peligro al resto de criaturas primigenias; y los orgullosos gigantes se aprestan a combatir a los belicosos humanos, amenazando con asaltar el mismísimo Olimpo. Se prepara una guerra que será conocida como la Gigantomaquia, en la que el rey de los dioses estuvo más cerca que nunca de perder su trono debido a una insólita confabulación interna. Una batalla final que marcará para siempre el destino de dioses, hombres y resto de razas antiguas: sátiros, centauros, ménades, ninfas, melíades, etc.

 

Una vez más, Negrete demuestra su clase como narrador y posiblemente mejor estilista contemporáneo de literatura fantástica. Su prosa es característica y reconocible: amenidad, fidelidad al canon y lenguaje culto pero accesible se complementan con belleza formal, diálogos en los que prima la naturalidad, ritmo ágil en el que no faltan momentos épicos y personajes de marcada personalidad, perfectamente caracterizados en su contexto socio-histórico. En «Señores del Olimpo» añade su vocación didáctica, logrando el doble objetivo de ilustrar al neófito y deleitar al experto, haciendo atractiva y sumamente adictiva la compleja y conflictiva trama olímpica.

 

Pero, al margen de su indiscutible calidad literaria, a mi juicio el mayor logro de la novela reside en que dota de unicidad y coherencia a un relato inspirado en una mitología tan rica pero sumamente inconexa como es la griega. Poco a poco, el autor entreteje una maraña de causas y efectos, de relaciones entre personajes, de historias que se unen de manera inextricable a partir de cursos diferentes de acción. Para conseguir la amalgama necesaria, el autor no duda en emplear elementos procedentes de otras mitologías –especialmente la nórdica-, lo que demuestra un profundo conocimiento de la materia; el apéndice, imprescindible, explica cuanto existe de aportación canónica y cuanto de adaptación, invención e influencia externa. Por otra parte, enriquece el texto con elementos procedentes de novelas anteriores (2) para, en definitiva, ofrecer una reelaboración personal de los mitos desde una perspectiva moderna.

 

En esta versión, los dioses olímpicos son mostrados en su faceta más humana y hedonista: siempre dispuestos a satisfacer sus pasiones sin reparar en el sentimiento de los mortales, altivos, veleidosos, promiscuos, el equivalente perfecto del culebrón de la antigüedad; pero, además, poseen debilidades que ponen en riesgo su inmortalidad y, al igual que los hombres, están dominados por su hado o destino. Por otra parte, se dota a la Gigantomaquia de una interesante segunda lectura, pues la confabulación de diosas simboliza la lucha por recuperar el poder arrebatado por los varones a las sociedades matriarcales -más unidas a la tierra-, que recuerda visiones revisionistas de algunas sagas épicas como la que Marion Zimmer Bradley inmortalizó en «Las nieblas de Avalon» acerca del mito artúrico. No obstante, el juego establecido en el epílogo tras el espejo se revela a mi juicio absolutamente contraproducente, por rupturista, anticlimático y añadir un innecesario punto de inflexión a un relato que en absoluto lo precisaba (3).

 

Pese al moderno barniz, como no podía ser de otra forma, en el texto prevalece la visión clásica de los mitos: Zeus, señor del Olimpo y dios del rayo y el trueno, intenta poner orden en el caos primordial de la creación; noble pero acostumbrado a que nadie cuestione su autoridad, sus continuos devaneos le ocasionan problemas sin cuento. Hera, despechada esposa y hermana de Zeus, urde continuamente tramas para ponerlo en evidencia; Atenea, hija predilecta de Zeus, ve reforzada su faceta heroica; Gea, diosa de la Tierra, jugará un papel primordial en la historia; Ares, dios de la guerra; Hermes, mensajero alado; Afrodita, diosa del amor; Apolo, dios arquero; Hefesto, el herrero; Hades, señor del mundo infernal; Atlas, titán obligado a cargar con el peso del mundo; Poseidón, Prometeo, Ganímedes, Alcides (luego Heracles ó Hércules para los romanos)... Y Tifón, criatura mitad gigante mitad dragón, que asegura ser hijo de Cronos y está dispuesto a disputar el trono de los cielos al mismísimo Zeus.

 

¿Cuál será el siguiente reto de este fascinante novelista? ¿Acaso seguir el ejemplo de escritores de la talla de León Arsenal y orientar sus pasos hacia la exitosa novela histórica? Parece evidente que, una vez probado registros tan diferentes como la ciencia ficción, la fantasía épica, la novela erótica, el humor... Negrete desee para sus novelas un público cada vez más amplio y heterogéneo. Sea cual sea la decisión que tome, sus lectores más fieles seguiremos dispuestos a acompañarle en la aventura.

 

 

(1) De igual manera, resulta inexplicable que la presentación de autor obvie citar la otra obra de contenido mitológico de Negrete, «Amada de los dioses» (Tusquets, 2004), acaso por su marcado carácter erótico; este olvido es doblemente desafortunado pues, al margen de sus carencias (de ambientación, desarrollo y ambición), según crítica y autor la citada novela había sido estilísticamente “de lo mejor que había escrito”.

(2) Especialmente «Amada de los dioses» y “El mito de Er”, de los que toma sin pudor elementos y escenas: por ejemplo, Zeus disfrazado de viajero que recorre los caminos comprobando si se cumplen las normas de hospitalidad entre los hombres, la idea de que yacer con un dios provoca tanto placer como dolor, o todo lo relacionado con la expedición de la ambrosía y su relación con las manzanas de oro de las Hespérides, las manzanas de la eterna juventud, la mítica región de Hiperbórea, etc.

(3) ¿Motivado, acaso, por intentar ofrecer una explicación fantástica a un relato presentado a un galardón temático?.

 

Valoración: Notable

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