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Libros publicados en 2011

Largas noches de lluvia

Las tres historias que componen esta breve antología son relatos inconexos más allá de su ambientación rural asturiana, impregnados de un realismo crudo y una malsana atracción por el horror, el dolor y la muerte, que coquetean con un componente fantástico finalmente ausente o que precisa para ser hallado ahondar hasta las raíces más profundas. Postales bucólicas en donde traumáticas vivencias de infancia dan lugar a posteriores episodios de una crueldad inusitadamente racional y madura

Largas noches de lluvia

Viaje a Bizancio es un pequeño sello editorial de carácter general que en los últimos tiempos ha publicado un puñado de títulos de temática fantástica dentro de su colección Clatter, algunos tan interesantes como «Mañana será tierra» de Alfredo Álamo (novela finalista en 2008 del premio de literatura de terror Villa de Maracena), o arriesgados como «Venus decapitada» del sin par Sergio Parra, al tiempo que anuncia para próximas fechas libros de Santiago Eximeno, Daniel Mares y varias reediciones del citado Parra. Obras originales, mestizas de géneros e influencias y, con frecuencia, de difícil adscripción temática más allá de su inclinación hacia los ambientes sórdidos y los personajes oscuros..

 

Son también ediciones muy cuidadas, desde la selección de aquellos autores con mayor proyección dentro de la literatura fantástica española y la ilustración de cubierta que derrocha siempre una gran personalidad, hasta labores más pragmáticas como la composición de textos, la corrección de estilo o la elección de papel. Una verdadera lástima que tanto esfuerzo invertido se vea mediatizado por el que sigue siendo el talón de Aquiles del pequeño editor en España: la deficiente distribución.

 

«Largas noches de lluvia» es un ejemplo paradigmático de lo anterior; un libro breve, de poco más de un centenar de páginas, en consonancia con otras publicaciones de este caro escritor santanderino: dos cuentos y una novela corta que componen el tercer libro de relatos de Marc R. Soto, tras «Los muertos no caminan» (Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 2004) y el ya famoso entre los aficionados al fantástico «El hombre divergente» (AJEC, 2008. Finalista del premio Xatafi-Cyberdark).

 

Soto narra historias afiladas, sobrias, impactantes, teñidas por lo macabro y que dejan una huella indeleble en el recuerdo del lector. Con prosa reposada, clara y sencilla, un buen manejo del lenguaje y un perfecto dominio del ritmo y el tempo narrativo, describe aspectos cotidianos y personajes reconocibles, anécdotas que se trocan en tragedias y atmósferas de un particular desasosiego en donde se suceden los momentos de catarsis. Pero, sobre todo, gusta introducirse en la psique de personajes particularmente crueles, sádicos incapaces de sentir empatía, seres que poseen una curiosidad casi científica por experimentar con el horror ajeno, mentes deformes y enfermas aunque también individuos patéticos y ridículos que fuerzan nuestra sonrisa cómplice. Y, como un demiurgo burlón, emplea su característico sentido negrísimo del humor para ensañarse con ellos o permitirles dar rienda suelta a sus más bajos instintos; con concisión y economía de medios, signo distintivo de un gran narrador.

 

Las tres historias que componen esta breve antología llevan una datación que permite ubicarlas mejor en el tiempo. Son relatos inconexos más allá de su ambientación rural asturiana, impregnados de un realismo crudo y una malsana atracción por el horror, el dolor y la muerte, que coquetean con un componente fantástico finalmente ausente o que precisa para ser hallado ahondar hasta las raíces más profundas (como en el caso del primer cuento, reeditado para la ocasión y que gana ampliamente con su relectura). Postales bucólicas en donde traumáticas vivencias de infancia dan lugar a posteriores episodios de una crueldad inusitadamente racional y madura.

 

Sin las alharacas de otros escritores, con un estilo vigoroso que busca siempre la naturalidad y la profundidad de sentimientos, Marc R. Soto es un narrador que ha demostrado su valía para las distancias cortas durante muchos años. Quizá ya sea tiempo de pensar en su primera novela.

 

 

Incluye:

"Sueño de nieve y barro"

"La sonrisa del reloj"

"Largas noches de lluvia"

"La sonrisa del reloj"

 

Un niño de ocho años recibe como regalo de cumpleaños un archivador y una gran lupa dorada. Pero lejos de abrazar la tranquila afición de coleccionar sellos, pronto descubre las posibilidades de la lente a la hora de satisfacer su curiosidad y crueldad infantil con cuantos insectos encuentra en su jardín. Con ella en la mano siente que un gran poder recorre su cuerpo y una voz seductora e imposible de acallar despierta en su interior; hasta que una tarde de otoño, durante un paseo por el campo, encuentra un desafío que no puede resistir.

 

Soto describe con escalofriante naturalidad la psique de un niño perverso y, lo que es peor, esboza el adulto en que se convertirá sabedor gozoso de este tipo de experiencias. Pero este cuento va un paso más allá y traspasa a mi juicio el límite de lo desagradable y lo repulsivo; sin duda, resulta digno de elogio la capacidad del autor para conmover al lector hasta tales extremos, aunque debo advertir que el desenlace removerá el estómago de quienes, como yo, no estamos acostumbrados a disfrutar con el espectáculo del sufrimiento ajeno.

 

Valoración: Muy Interesante

"Largas noches de lluvia"

 

Anselmo es el boticario de un pequeño pueblo asturiano, un hombre casado y con dos hijas cuya mujer se encuentra convaleciente por una neumonía y debe guardar reposo absoluto. Una mañana el cartero acude agitado a su casa para avisarle de una desgracia: Rogelio Villanueva, el dueño de la única taberna, ha aparecido muerto, desangrado en su bañera en lo que aparenta ser un suicidio. Pero una inspección más detallada del cadáver revela la presencia de unas marcas sospechosas bajo la barbilla, signo inequívoco de la fuerte presión ejercida por un arma de fuego.

 

En una comunidad pequeña, encerrada en el interior de un valle, todos sus habitantes están condenados a convivir y cuidar los unos de los otros; y los secretos, por muy enterrados que estén, terminan aflorando para complicar la existencia de propios y extraños. “Largas noches de lluvia” es la historia de un crimen que no es sino la culminación de una cadena de crímenes pasados, una crónica de cómo todo un pueblo conspiró –como en Fuenteovejuna- para eliminar de sus calles a un mal común.

 

Nos encontramos ante un drama costumbrista ambientado en marzo de 1967, con escenario, personajes y forma de pensar perfectamente ajustados a la época. Un relato que comienza de manera cotidiana y casi arquetípica para luego descubrir la tremenda sangre fría de la que hacen gala los protagonistas, revelando una magistral estructura en doble tiempo que permite la inclusión de numerosos giros absolutamente inesperados y truculentos. Es precisamente en la segunda parte de esta novela corta donde se desvela el misterio, o al menos una parte de él puesto que en Agradecimientos del libro el autor esboza una posible ampliación a formato novela “cuando llegue de nuevo la sequía, y las aguas del pantano bajen, y las hermanitas obliguen al doctor a contar su historia…”, un escalofriante relato que según la contraportada marca el origen de una estremecedora trilogía.

 

Contra lo que suele ser habitual, el narrador de esta historia no es omnisciente sino que acompaña al lector en el descubrimiento de todos los detalles relativos al pueblo, su pasado y secretos, con un creciente desasosiego en el ánimo. Las descripciones son vívidas y repletas de una poética belleza formal. Los diálogos, las elipsis, las pausas climáticas, los lugares repletos de fantasmas del pasado, juegan un papel clave a la hora de crear el clima adecuado que precisa el relato, si no de terror sí de truculento realismo emparentado a mi juicio con el tremendismo de «La familia de Pascual Duarte» de Camilo José Cela. Elementos y recursos sobresalientes, decantarse por un dificultoso curso realista cuando sobreviene la tentación fantástica, son razones que denotan la presencia, como he comentado anteriormente, de un gran narrador con afán de romper convenciones y experimentar (la utilización de la metáfora del jarrón roto y reconstruido que ya no es ni será nunca más el mismo jarrón es, sencillamente, magistral).

 

¿Y qué podemos decir acerca del desenlace? Que tras un aparente final feliz se ocultan largas noches de lluvia en las que el silencio se adueña del entorno familiar. Que nada sabemos acerca del misterioso paquete que el inspector de policía tomó del finado. Que para conocer la historia en su totalidad, otros personajes han de revelar sus secretos. Ojalá no tardemos mucho en averiguarlo.

 

Valoración: Notable alto

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