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Libros publicados en 2011

El vacío de los sueños

La trama se ubica en el mismo universo de La Federación, 1200 años después de los hechos acontecidos en la guerra contra los belicosos y expansionistas alienígenas primos del par Dyson. En esta primera entrega de la Trilogía del Vacío aparecen dos líneas espacio-temporales bien diferentes: una ambientada en el conocido universo de La Federación y otra radicada en el interior del Vacío, un territorio medievalizante dominado por la fantasía y el misterio (o quizás, una tecnología indistinguible de la magia). Este primer volumen sienta las bases de la trilogía: plantea la trama, propone escenarios y presenta personajes, sin ofrecer –como es lógico- desenlaces cerrados sino un emocionante suspense que se irá dilucidando en próximos entregas

El vacío de los sueños

«El vacío de los sueños» es la primera parte de la denominada Trilogía del Vacío del escritor británico Peter F. Halmilton, creador de la aclamada serie de La Federación compuesta por las muy notables «La Estrella de Pandora» y «Judas desencadenado». Se trata de una obra voluminosa aunque algo inferior a las novelas anteriores, casi medio millar de páginas de una apretada letra en una edición correcta y sin apenas fallas dignas de mención (1). El libro incluye a su término una cronología de una ficticia Historia del Futuro (similar a la de otros autores, como Robert A. Heinlein, Arthur C. Clarke o Rodolfo Martínez, por poner unos ejemplos) y no el acostumbrado índice de personajes, elemento que a buen seguro echaremos en falta en las siguientes entregas de la saga dada la vastedad y complejidad de su arco argumental.

 

La trama se ubica en el mismo universo de La Federación, 1200 años después de los hechos acontecidos en la guerra contra los belicosos y expansionistas alienígenas primos del par Dyson. En el siglo XXXVI la humanidad ha colonizado gran parte del brazo de la galaxia tras una nueva expansión a los Mundos Externos de las fases 3 a 5, a unos 500 años luz de la Tierra. En este lapso temporal, la dinastía Sheldon (la más poderosa facción política y económica de La Federación, con sede en la Tierra) ha desarrollado la biónica hasta límites inimaginables y dado lugar a la Cultura Superior; por su parte, los barsoomianos del planeta Tierra Lejana introdujeron mejoras genéticas en el ADN humano para crear el Movimiento Avanzado. En la práctica, la humanidad se ha escindido en dos grupos diferenciados según su ubicación geográfica: Federación Mayor (mundos interiores) y Mundos Externos, que deriva en radicales diferencias en cuanto a formas de pensamiento, sistemas de transporte y regimenes sociopolíticos: un socialismo benevolente y fuertemente tecnológico basado en la producción cibernetizada y el reparto equitativo de recursos en el primer caso, o una dinámica economía de mercado consagrada a la ambición emprendedora personal en el segundo.

 

Diferentes soluciones para satisfacer el mismo viejo ideal de utopía social, en el que cada individuo posee la libertad –al menos, teórica- de decidir el lugar donde habitar y poder elegir así entre gozar del ocio manteniendo siempre cubiertas sus necesidades básicas o seguir la senda de la aventura individual, trabajar y aspirar a amasar una fortuna. Aunque en el caso de la Cultura Superior se ofrece, además, la posibilidad de “descargar” la personalidad en ANA (sistema de Actividad Neuronal Avanzada, una especie de Inteligencia Artificial evolucionada que, de facto, gobierna la Federación Mayor) una vez gozado de un vida intensa mediante las citadas mejoras biónicas, y adquirir así el estatus de entidad posfísica inmortal.

 

Por otra parte, Ozzie (personaje central en la saga anterior) desarrolla los principios del denominado “campo Gaia”, una red neuronal que permite la comunicación directa de pensamientos entre la mayoría de seres humanos. Y en su viaje de circunnavegación de la galaxia, Wilson Kime (otro personaje relevante) descubre la estación Centurión para el estudio del Vacío, lo que permite establecer contacto con medio centenar de especies alienígenas inteligentes. Se trata de una instalación antiquísima, construida un millón de años atrás, y cuyo único cometido es monitorizar el microuniverso que se alberga en su interior y que se expande en todas direcciones a una velocidad creciente, consumiendo cuantos sistemas estelares encuentra a su paso. Los raiel, la raza más antigua, sabia y poderosa, constructores de enormes naves arca transgalácticas como el Ángel Supremo, han desplegado una barrera artificial -la Pared- y sistemas de defensa de tamaño planetario para intentar contenerlo y evitar cualquier contacto, porque están seguros de que el Vacío constituye un enorme peligro para la galaxia.

 

Íñigo, un astrofísico que visita la estación, comienza a tener sueños en los que cree vislumbrar las vidas de los humanos que habitan el Vacío –porque una nave, de manera inexplicable, se las ingenió para sortear la barrera y colonizar un territorio que bautizaron con el nombre de Querencia-, un lugar en apariencia edénico donde sus habitantes viven una existencia apacible haciendo uso de una tecnología medieval y diversos poderes paranormales (2). Gracias al campo Gaia, Iñigo comparte su experiencia e inicia con ello una nueva religión llamada Sueño Vivo, que en el año 3589 cuenta con cinco mil millones de acólitos. En la cima de su influencia, Iñigo desaparece sin dejar el menor rastro y, años después, la máxima autoridad de la teocracia del planeta Ellezeling anuncia una Peregrinación masiva al Vacío, el universo prometido donde será posible satisfacer todos los deseos. Una migración que, en opinión de la mayoría de civilizaciones estelares, desencadenaría la aniquilación total de la galaxia, por lo que se muestran dispuestas a entrar en guerra contra la todopoderosa Marina de la Federación.

 

En esta primera entrega de la Trilogía del Vacío aparecen dos líneas espacio-temporales bien diferentes, una ambientada en el conocido universo de La Federación y otra radicada en el interior del Vacío. Y, de nuevo, aparece una clara dicotomía entre un mundo fuertemente tecnificado y con maneras de pensar relativamente reconocibles, y un territorio medievalizante dominado por la fantasía y el misterio (o quizás, una tecnología indistinguible de la magia). Entre ambos universos aparentemente disjuntos surgen “nexos de unión”, detalles compartidos que facilitan el intercambio indirecto de información: la capital de Querencia y el planeta Ellezeling se llama Makkathran, los habitantes del Vacío poseen mitos acerca de los Señores del Cielo y rinden culto a la Señora Empírea designada por los Primera Vida para guiar a los humanos al corazón del Vacío, Edeard –el aprendiz del gremio de moldeado de huevos que intenta labrarse un futuro- se revela como el Caminante de las Aguas profetizado por Sueño Vivo… elementos que hacen pensar que, tal vez, los hechos acaecidos en uno y otro lugar no discurren necesariamente en un mismo tiempo relativo.

 

Aparecen viejos personajes, como la implacable investigadora Paula Myo, la inteligente Justine del clan Burnelli o Kazimir Burnelli, comandante en jefe de la Marina de guerra de la Federación, además de algunos personajes secundarios y planetas ya hollados en la serie anterior que se antojan, más bien, meros guiños: el Ángel Supremo, el raiel Qatux, la Gata, Tierra Lejana… Aunque, naturalmente, el mayor peso lo ocupan nuevos protagonistas: Aaron y la senadora Corrie-Lyn, antigua amante de Iñigo, que intentan localizarle por todos los medios para forzar una aparición pública que evite la guerra; Araminta, una camarera pobre que recibe una inesperada suma de dinero que invierte en la rehabilitación de inmuebles para posterior venta; Troblum, un ingeniero brillante obsesionado con la guerra del Aviador Estelar; o dos agentes de facciones enfrentadas de ANA-Gobernación: el Repartidor y Marius, que representan el ala Conservadora (controlada por el clan Burnelli) y Avanzada (partidaria de la Peregrinación como vía de trascender más rápidamente hacia el posthumanismo). Sin olvidar, por supuesto, los personajes relacionados con la trama que transcurre en el interior del Vacío.

 

Hamilton sigue fiel a su estilo característico que le ha reportado una merecida fama internacional: a una enorme vastedad argumental con tramas muy ambiciosas suma una portentosa imaginación, un omnipresente sentido de la maravilla, una intriga aventurera de tintes mayoritariamente bélicos, escenarios exóticos, un reparto coral de personajes, una gran coherencia interna e inteligencia de planteamiento, y un descomunal despliegue de tecnología futura rayano en lo inverosímil; elementos que, en conjunto, hacen de sus libros un lugar maravilloso por el que transitar. Aunque probablemente su mayor atractivo radique en su excelencia como narrador, una gran amenidad que compatibiliza con una alta capacidad descriptiva capaz de dibujar mundos radicalmente diferentes con un nivel de detalle, realismo y cotidianeidad muy difíciles de igualar.

 

La novela mantiene un ritmo bastante más lento que en la saga anterior, con ausencia de batallas épicas destacables y con partes absolutamente superfluas que muy poco o nada añaden al hilo principal pero que, gracias a la maestría del autor, mantienen en general su interés aunque a costa de bajar enteros la intensidad narrativa. Pese a ello, se antojan excesivos los prolegómenos relativos al culto a Sueño Vivo o la descripción de la organización social de Makkathran, y algunos hilos –todo lo relacionado con Araminta, o el pirotécnico correcalles sin demasiado sentido que protagonizan Aaron y Corrie-Lyn- resultan bastante aburridos o se eternizan a la hora de entrar en materia. Por supuesto, conocemos bastante más acerca de los mundos que componen la Federación, y las huellas provocadas por la guerra contra los alienígenas primos más de mil años atrás, pero cuando menos resulta paradójico que la parte más interesante de este libro de ciencia ficción sea, precisamente, la descripción del dominio humano en el interior del Vacío, un reino consagrado a la fantasía y los poderes paranormales; es decir, puro fantasy con recursos tan evidentes como el elegido, el viaje iniciático que establece el duro proceso de maduración y enriquecimiento personal, las habilidades psíquicas, etc., etc., etc.

 

Este primer volumen sienta las bases de la trilogía: plantea la trama, propone escenarios y presenta personajes, sin ofrecer –como es lógico- desenlaces cerrados sino un emocionante suspense que se irá dilucidando en próximos entregas. Igualmente, referencia hechos que muy bien podrían suponer nuevas series; por ejemplo, la descripción del épico viaje de Wilson Kime en la nave Esfuerzo que revelara la existencia del Vacío, el periplo de Nigel Sheldon con su flota de diez naves arca en su intento de colonización transgaláctica, o las causas del auto-exilio de Ozzie. En cualquier caso, tanto la saga de La Federación como la Trilogía del Vacío evidencian un trasfondo político, social, tecnológico y filosófico tremendamente rico y en permanente conflicto, que daría lugar a un magnífico ensayo.

 

 

(1) Aunque alguna expresión, que se repite bastante, chirríe un poco: “horizonte eventual” por horizonte de sucesos, o “gigante de gas” por gigante gaseoso, entre otros.

(2) Fundamentalmente, “visión lejana” (una rudimentaria telepatía para transmisión de imágenes), “lenguaje a distancia” (ídem para pensamientos) y “tercera mano” (telequinesis). Cada individuo posee, además, diferentes grados de intensidad.

 

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