El escritor londinense adopta un registro más puro de ciencia ficción especulativa, un continuo aporte de reflexiones a evaluación en la mejor tradición de la “ciencia ficción de ideas”. Sin embargo, lo hace de una manera, a mi juicio, demasiado estática y harto descriptiva, alejada, por tanto, de la narración fluida de aventuras que siempre lo ha caracterizado, por lo que el discurso suena frío y excesivamente racional, y obtiene en consecuencia un distanciamiento respecto a la nueva realidad descrita.
No obstante, a su término arroja algunas muy lúcidas conclusiones acerca del lenguaje como puente de unión (y división) entre culturas, y el riesgo de que sea utilizado como herramienta para el adoctrinamiento y la obediencia, ideas que justifican ampliamente por qué Miéville esté considerado por público y crítica como uno de los escritores de género fantástico más interesantes del panorama literario actual
Embassytown. Ciudad Embajada
Fantascy es el nuevo sello editorial creado por Random House Mondadori para publicar la mayoría de sus títulos de literatura fantástica y ciencia ficción. Si RBA sorprendía el año pasado con el lanzamiento de una nueva colección especializada, RHM eleva ahora la apuesta por el fantástico de calidad con un nueva marca estrella capaz de aunar autores consolidados comercialmente, como Terry Pratchett (serie de Mundodisco) o Brent Weeks (El portador de la Luz), publicados mayoritariamente en Plaza & Janés, con otros nuevos tanto extranjeros como nacionales, con una cadencia aproximada de una quincena de novedades al año.
Los primeros títulos ya se encuentran disponibles en librerías, y fueron precedidos por una gran campaña de comunicación, con publicidad en diversos medios, presentaciones en eventos como Feria del Libro de Madrid o Festival Celsius de Avilés, amplia repercusión en redes sociales, notables descuentos en adquisiciones en formato digital y regalos promocionales. Como punta de lanza fue escogida una muy original novela de fantasía: «La corte de los espejos», de la escritora amateur Concepción Perea (toda una declaración de principios en favor de la narrativa autóctona), que en poco tiempo se ha convertido en un auténtico fenómeno viral en la blogosfera. Y en el segundo paquete de novedades una gran muestra de fortaleza editorial: la presente novela de China Miéville y una interesantísima colección de relatos de Paolo Bacigalupi, dos de los nuevos gurús de la literatura fantástica y la ciencia ficción mundial, al tiempo que se anuncian novelas muy atractivas de Jesús Cañadas, Juan Miguel Aguilera, Rodolfo Martínez, Ismael Martínez Biurrun, Willow Wilson o Saladin Ahmed, entre otros. Sin olvidar, por supuesto, antologías temáticas como Terra Nova consagrada a la ciencia ficción contemporánea, y otras que a buen seguro darán mucho de qué hablar. Un sello, por tanto, heterogéneo y ecléctico, arropado por el poderoso grupo editorial RHM que supone toda una garantía en cuanto a calidad de edición, marketing y distribución.
La edición española de «Embassytown» lleva por subtítulo “La Ciudad Embajada”, y ese es el término que se emplea a lo largo del texto. Cabe señalar que esta obra ha obtenido el premio Locus a la Mejor Novela de Ciencia Ficción de 2012, siendo finalista de otros tan prestigiosos como el Hugo, Nebula, Arthur C. Clarke y Kitschies; un libro ambicioso y complejo, cuya traducción ha supuesto un verdadero desafío para una gran profesional como es Gemma Rovira –traductora de títulos relevantes del fantástico actual, como «El nombre del viento» y su continuación «El temor de un hombre sabio» de Patrick Rothfuss, novelas de Bernard Beckett, Audrey Niffenegger y varias entregas de la saga de Harry Potter, entre otros- debido a la gran proliferación de neologismos y la necesaria adaptación de múltiples vocablos a la nueva realidad que se describe.
Centrándonos ya en la novela, lo primero que sorprende al lector es la peculiar geografía del escenario: la Ciudad Embajada se alza majestuosa en medio de la capital de Arieka, un mundo situado en los confines del universo explorado; un enclave diplomático con estatus de colonia de Bremen, en el lejano planeta Dagostin. Dos zonas nítidamente diferenciadas delimitan la enorme urbe: el asentamiento humano y de otras razas alienígenas, y el territorio nativo dominado por la arquitectura geométrica y orgánica, ambas conectadas por un pulmón aeólico que proporciona la atmósfera adecuada para la subsistencia de las razas huéspedes.
Pero mucho más sorprendente que su topografía urbana y régimen sociopolítico (dos temas recurrentes en el ideario del autor británico) es el misterio que encarnan los enigmáticos Ariekei o Anfitriones, presencias impasibles e incomprensibles salvo para el personal especialmente cualificado para establecer comunicación con ellos, los denominados Embajadores. La importancia de este planeta radica en el hecho de que los Anfitriones son consumados expertos en la manipulación de vida, técnica conocida como “biotrucaje”, que les sirve para obtener todo tipo de bioproductos cultivados genéticamente, desde edificios, vehículos y armas hasta alimentos; a cambio de ayuda técnica y colaboración para ampliar las rígidas limitaciones de su Idioma, los humanos obtienen acceso a esta tecnología e información de amplio potencial comercial.
Para viajar por el espacio más rápido que la luz, las diferentes razas estelares hacen uso del ínmer, un no-espacio cartografiado solo en parte donde proliferan misterios y amenazas desconocidas (1). Avice Benner Cho es inmersora, una navegante cualificada capaz de conducir a las naves humanas entre mundos distantes de la galaxia mediante disciplinas científicas y técnicas esotéricas y tántricas. Avice lleva años alejada de su mundo natal, en donde sufrió de niña una experiencia traumática al participar de forma pasiva en uno de los extraños debates celebrados por los Anfitriones. Su marido, Scile, un investigador especializado en el estudio comparativo de lenguajes, siente una especial fascinación por el Idioma de los Ariekei y ruega a Avice que le acompañe a la Ciudad Embajada. Convertida en una especie de celebridad local, la pareja recibe invitación para participar en diversos actos sociales como la presentación del nuevo Embajador EzRa enviado por la metrópoli, cuyo discurso de bienvenida causa un inesperado trastorno en el frágil equilibro en que conviven humanos y Anfitriones, y desencadena un cataclismo de proporciones incalculables.
La narrativa de China Miéville se caracteriza por una poderosa imaginación, una extraordinaria originalidad y una sobresaliente capacidad para la innovación y la mezcla de géneros: negro, fantasía oscura, horror, ciencia ficción, aventura... amalgamados bajo la nueva etiqueta “weird”. Igualmente, en sus novelas se aprecia una notable influencia de autores que se mueven entre las escurridizas fronteras que separan surrealismo y alteridad de realidad cruda y distópica, como Kafka, Orwell, Chandler y Philip K. Dick, entre otros.
En esta ocasión, el escritor londinense adopta un registro más puro de ciencia ficción especulativa, un continuo aporte de reflexiones a evaluación en la mejor tradición de la “ciencia ficción de ideas”. Sin embargo, lo hace de una manera, a mi juicio, demasiado estática y harto descriptiva, alejada, por tanto, de la narración fluida de aventuras que siempre lo ha caracterizado, por lo que el discurso suena frío y excesivamente racional, y obtiene en consecuencia un distanciamiento respecto a la nueva realidad descrita. Un ritmo moroso y abundante introspección del personaje principal no ayudan precisamente a aliviar la situación, un planteamiento que se antoja más acorde para un ensayo teórico que para una obra de ficción.
La novela alterna capítulos dedicados al presente y pasado de la protagonista, dos líneas de acción enmarcadas dentro de una estructura sencilla en la que el autor pone el énfasis en destacar los aspectos biológicos, sociológicos e idiomáticos de una civilización alienígena radicalmente diferenciada. Ya desde el inicio opta por una inmersión total en este mundo exótico del remoto futuro, transmitiendo la adecuada sensación de ajenidad en la que el lector debe descubrir poco a poco el significado de determinados conceptos, ideas y referentes, tan extraños como apasionantes. Abundan, por tanto, los neologismos y adaptaciones de vocablos a la nueva realidad: inmersar, biotrucar, desmundar (viajar a otro planeta), orgulencia, automas (autómatas), miabs, augmens (implantes cibernéticos), conectores, levitadores, sogas de músculo... muchos de ellos, compuestos: ciclopadre, exoterre, biodispositivos, etc.
La novela plantea diferentes variedades de familia, desde el modelo tradicional basado en padres biológicos al de ciclopadres que se turnan en la crianza de niños en guarderías comunitarias; tipos alternativos de unión de pareja; fórmulas variables para el cómputo de tiempo (como la basada en horas subjetivas); y hasta un sofisticado sistema de transporte en cadena para el envío de mercancías entre asentamientos planetarios (muy similar al ideado por Juan Miguel Aguilera y Javier Redal en su saga de Akasa-Puspa).
Pero la mayor riqueza especulativa de la obra tiene que ver con la fascinante biología de los Ariekei y cómo ésta ha influido a lo largo del tiempo en la configuración de su Idioma. Los Anfitriones carecen de un lenguaje simbólico y no saben mentir, por lo que su mayor placer intelectual consiste precisamente en intentar aproximarse a ello lo máximo posible durante el Festival de las Mentiras. Son una raza de “exoterres” polivocales, es decir, emiten dos voces diferenciadas de manera conjunta (denominadas voz-Corte y voz-Giro), y esa es la razón de que un Embajador sea, en realidad, dos personas: un dominante y su doppel clónico. Dos humanos criados y condicionados desde su nacimiento en granjas de Embajadores para acentuar determinadas características psicológicas, y que adoptan nombres bisilábicos para destacar precisamente su condición dual (EzRa, EdGar, CalVin, RanDolph…) aunque por una convención social se les considere un único individuo (idea ya explotada en «La Ciudad y La Ciudad»).
Es precisamente la irrupción del nuevo Embajador EzRa, dos destacados lingüistas y burócratas no clónicos pero que poseen una muy alta afinidad y son capaces de hablar el Idioma, la variable que introduce incertidumbre en la estratificada sociedad de la Ciudad Embajada, origina fuertes disensiones y provoca una enorme convulsión que bordea el límite de lo grotesco, con facciones enfrentadas, sectas, renegados, asesinatos, suicidios, zombificación y hasta guerra civil.
«Embassytown» es una novela ambiciosa e inteligente, escrita con un léxico elegante y preciso, pero su desenlace recurre a un decepcionante deus ex machina y temáticamente no es apta para todos los públicos. No obstante, a su término arroja algunas muy lúcidas conclusiones acerca del lenguaje como puente de unión (y división) entre culturas, y el riesgo de que sea utilizado como herramienta para el adoctrinamiento y la obediencia, ideas que justifican ampliamente por qué Miéville -galardonado en nada menos que tres ocasiones con el prestigioso premio británico Arthur C. Clarke- esté considerado por público y crítica como uno de los escritores de género fantástico más interesantes del panorama literario actual.
(1) En clara equiparación con la navegación a vela de la antigüedad.