Valoración en breve:
Cañadas da rienda suelta a todo su potencial y nos regala una de las mejores obras fantásticas publicadas originalmente en español en los últimos años. Una historia terriblemente atractiva -y adictiva- que entusiasmará a públicos tan diversos como el de los aficionados a la novela histórica, los seguidores del fantástico y los lectores de literatura juvenil.
La novela retrata magistralmente el Cádiz de finales del siglo XIX y principios del XX, una época, unas calles y unos personajes que detalla con precisión costumbrista y pinceladas de mágica nostalgia que nos hacen sentir, en cierta medida, partícipes de los acontecimientos. Un fresco maravilloso y terrible a la vez, con sus luces y sombras. Se nota que el autor ha mamado la ciudad y sus gentes, y les profesa un amor incondicional
Las tres muertes de Fermín Salvochea
-Argumento-
En marzo de 1873, recién instaurada la Primera República, Fermín Salvochea tomó posesión del cargo de alcalde de Cádiz. Siguiendo su espíritu anarquista, adoptó una serie de medidas polémicas que le granjearon la simpatía de los pobres, al tiempo que la animadversión de las clases pudientes y del clero. Una de esas medidas fue el desahucio del Convento de la Candelaria. Esto es Historia. El resto de lo que se narra en esta novela podría no serlo.
Año 1907. Juan Jiménez, Juaíco, es un borracho y tarambana que en su día fue considerado el mejor barbero de Sanlúcar a Ronda. Su hijo Sebastián, en cambio, es un muchacho soñador de trece años que reparte su tiempo entre los mandados de su madre costurera, que es quien sostiene la economía familiar, su trabajo de ayudante en la rebotica del Perejil y sus amigos el Pani y Candela, con quienes comparte confidencias en un edificio abandonado y semiderruido al que llaman la Conejera.
La noche del 27 de septiembre, Sebastián encuentra de nuevo a su padre ebrio en plena calle, pero ahora su excusa es muy diferente: el Bigote, como todo el mundo conoce al antiguo alcalde Salvochea, ha muerto. Juaíco decide entonces relatar a su primogénito los terribles hechos de que fue testigo en su disipada juventud. Y así, entre los efluvios del alcohol que hacen difícil discernir realidad de febril imaginación, el joven Sebastián toma conciencia de la especial relación que unía a su padre con el perfil más ignoto del antiguo edil anarquista.
Mientras esto acontece, en la ciudad comienzan a sucederse inquietantes episodios que parecen rehuir cualquier explicación racional: el cuerpo del fallecido Fermín Salvochea desaparece tras la ceremonia del entierro, se multiplican los ataques de misteriosas criaturas infernales, en el Hospicio se desata una terrible plaga, el siniestro Teatro francés de los Horrores se instala en las afueras y, por si esto fuera poco, se produce un cruento asesinato en el salón de té Pay-Pay. Algo oscuro y maligno quiere regresar del pasado para apoderarse de Cádiz tres décadas después.
-Valoración-
Las tres muertes de Fermín Salvochea es la cuarta novela publicada de Jesús Cañadas. Si en El baile de los secretos (AJEC, 2011) y Los nombres muertos (Fantascy, 2013) el autor se reveló como una sólida promesa, en Pronto será de noche (Valdemar, 2015) cambió radicalmente de registro para hilvanar una espléndida historia de terror distópico que incidía en el lado más oscuro del alma humana. Estos libros le colocaron como una de las voces más interesantes del panorama literario fantástico español, sumándose a la rica tradición de brillantes narradores gaditanos conformada por Rafael Marín, Félix J. Palma, Ángel Torres Quesada, Joaquín Revuelta, Carmen Moreno, Juan González Mesa y tantos otros.
En esta nueva novela, Cañadas da rienda suelta a todo su potencial y nos regala una de las mejores obras fantásticas publicadas originalmente en español en los últimos años. Una historia terriblemente atractiva -y adictiva- que entusiasmará a públicos tan diversos como el de los aficionados a la novela histórica, los seguidores del fantástico y los lectores de literatura juvenil. Un libro excelentemente editado, además, en cartoné con sobrecubierta, que lleva marchamo de Bestseller.
La novela retrata magistralmente el Cádiz de finales del siglo XIX y principios del XX, una época, unas calles y unos personajes que detalla con precisión costumbrista y pinceladas de mágica nostalgia que nos hacen sentir, en cierta medida, partícipes de los acontecimientos. Un fresco maravilloso y terrible a la vez, con sus luces y sombras caracterizadas por la miseria, la injusticia, la explotación social, los abusos de poder, la violencia machista, el maltrato infantil… (“No hay vampiros ni brujas que se puedan comparar con el cruento mordisco de la realidad”) pero también la alegría y ganas de vivir de unos muchachos que despiertan a la flor de la vida en una tierra de oportunidades. Se nota que el autor ha mamado la ciudad y sus gentes, y les profesa un amor incondicional.
Ciertamente, buena parte del peso de esta extraordinaria historia reside en un puñado de jóvenes protagonistas: Sebastián, que admira y odia a su padre a partes iguales por su capacidad para insuflar sentido de la maravilla a sus relatos pero también hacer desgraciada a su propia familia; el Pani, un pillo y limpiabotas ocasional que sufre el estigma de un ancestro maltratador; Candela, la niña huérfana con hierros en la pierna, cuya valentía y fortaleza le permiten sobrellevar las palizas y abusos que sufre a diario en el Hospicio; y Julieta, la última en incorporarse al grupo, una niña delicada que guarda una secreta relación con Salvochea. Todos ellos se reúnen en un refugio mágico al margen del mundo exterior y cuyo acceso exige el pago de una prenda en forma de historia u objeto misterioso encontrado en sus correrías.
Ellos aportan el tono sepia de la narración, cuatro amigos entrañables que se conjuran para resolver el misterio que asola a la ciudad y con quienes resulta sencillo encontrar paralelismos en nuestro propio pasado, a lecturas y series que marcaron nuestra infancia y juventud; en mi caso no fueron Los Goonies y Penny Dreadful como comenta en contraportada Antonio Torrubia, famoso librero de Gigamesh, sino Los Tres Investigadores e IT, de Stephen King, donde un grupo de muchachos se enfrenta por segunda vez al Mal tras el lapso de una generación.
En el fiel la balanza debemos colocar al resto de personajes, principalmente procedentes de la línea temporal protagonizada por Salvochea y su circunstancial ayudante, el alcohólico y mujeriego Juaíco. Gentes humildes y honradas que sobreviven con dificultad a los duros avatares de la vida, como la sufrida madre de Sebastián o el hosco boticario don Basilio (quien, sin embargo, se preocupa por la educación y futuro del muchacho) y también una caterva de truhanes, jugadores y pendencieros acostumbrados a vivir a salto de mata, secundarios de lujo que dan sabor local y empaque a esta singular historia, como los matones el Goliat y el enano Arropía, el cantaor ciego el Piñonate y su acompañante mudo el Pellejito, el hombre pez Liérganes, los mellizos gitanos Evaristo y Tancredo Mejías, el investigador de lo oculto Edgardo Poe (1), Rosa Marina, el coloso Pitiminí, la siamesa doña Ágata, personajes reales como la intelectual y sufragista Margarita López de Morla, y, sobre todo, el propio Salvochea, custodio de los secretos más oscuros de la ciudad de Cádiz.
Junto a todos ellos recorremos los lugares más emblemáticos de esta pequeña capital de provincias, empobrecida pero con un pasado glorioso, con sus casas blancas arracimadas y sus torres vigía de las familias mercantes: el barrio del Pópulo, la barriada gitana, el Hospicio, el manicomio de Capuchinos, el convento de la Candelaria, la playa Victoria, las ruinas del teatro romano, las cuevas de María Moco, la Bella Escondida, la casa de los espejos… espacios reales o salidos del imaginario popular, porque en verdad la Tacita de Plata se erige en uno de los personajes más destacados de la novela (Cádiz es recuerdo y leyenda a un tiempo).
En cuanto a estilo, en el texto encontramos sobradas muestras de la excelencia del autor como destacado prosista: una gran riqueza léxica repleta de abundantes giros locales, diálogos poblados de fina ironía característica de la tierra, profusión de matices en las descripciones, una estructura formal que roza la perfección, enorme viveza de personajes y mucha amenidad. Cañadas encadena subtramas y misterios de manera magistral, engarzando momentos climáticos y dejando espacio, como en todo gran relato, para un par de buenas historias de amor y –estoy seguro– más de un detalle autobiográfico.
Solo el largo desenlace, demasiado pirotécnico y escorado hacia un fantástico desbocado (pero muy divertido) le hace perder parte de la verosimilitud ganada a pulso a lo largo de las páginas anteriores… aunque reserve imágenes tan poderosas como (SPOILER) la Catedral de Cádiz infestada de vampiros. En todo caso, la idea, brillante y desquiciada, de un alcalde anarquista de día y justiciero de noche (una especie de Daredevil gaditano) solo se le podría haber ocurrido a un gran amante del cómic como es Jesús Cañadas.
Las tres muertes de Fermín Salvochea es una historia sumamente original, excelentemente escrita y terriblemente amena. Con permiso de Transcrepuscular, probablemente la mejor novela de género del año y una de las mejores que he tenido oportunidad de leer en mucho, mucho tiempo.