Egan escribe una novela anclada en la más rabiosa actualidad y de posible interés para un amplio sector de público lector: la primavera árabe, la influencia de los medios de comunicación, la tecnología disponible hoy en día, la evolución de las plataformas de juegos, el nuevo concepto de familia, el legado que dejamos a nuestra muerte, etc.
Un texto mucho más accesible de lo que en él suele ser habitual, y con un doble curso de acción centrado en dos personajes cuyo devenir refleja la evolución de los acontecimientos históricos en el citado país árabe. En esta ocasión, la especulación científica queda relegada a un discreto segundo plano en favor de la política-ficción, al menos hasta que la trama y ambientación sociopolítica avanzan lo suficiente hasta desembocar en un desenlace profundamente filosófico, muy en la línea del autor
Zendegi
Greg Egan está considerado como uno de los grandes representantes de la ciencia ficción dura -rigurosa desde el punto de vista científico- por novelas como «Cuarentena» (1992), «Ciudad Permutación» (1994, premio John W. Campbell Memorial), «El instante Aleph» (1995), «Diáspora» (1997) y «Teranesia» (1999), pero, sobre todo, por sus magníficos cuentos cortos en los que queda patente su brillante, inteligente y originalísima inventiva. Esta ficción breve se encuentra reunida principalmente en las colecciones «Axiomático» (1995), «Luminoso» (1998) y «Oceánico» (2009), posiblemente tres de las mejores antologías que ha dado nunca el género, relatos cuya capacidad especulativa expande el estado del arte en disciplinas científicas tan heterogéneas como la medicina, matemáticas, física cuántica, biología, genética, biotecnología, neurología, metafísica, ética, y un largo etcétera.
En sus historias el escritor australiano aúna siempre la radicalidad del libre pensamiento con una lógica aplastante, para reflejar una visión del ser humano como un ente infinitamente maleable; complejo en grado sumo pero, de alguna manera, cognoscible o, al menos, alterable a voluntad gracias al empleo de la tecnología. Las posibilidades de modificación genética del cuerpo humano, las fronteras naturales de la mente, la transposición del cerebro a un sustrato artificial, la vida artificial autoconsciente, la aplicación de la física cuántica a diversas actividades del hombre, enfermedades, drogas y virus de diseño que alteran la percepción de la consciencia… son algunas de las constantes que aparecen en sus escritos, reflejo de un ideal posthumanista. Como también lo es la denuncia de la irracionalidad de gran parte de la cultura actual, en especial aquella que tiene que ver con los nuevos cultos surgidos al amparo de la aplicación de la tecnología en la sociedad (lo que el autor denomina “las sectas de la ignorancia”).
En cuanto a estilo, éste suele caracterizarse por su rigurosidad, precisión, austeridad y, en general, ausencia de recursos literarios que pudieran impedir o entorpecer la claridad expositiva. Una narrativa lineal y densa que se antoja a no pocos lectores demasiado fría y falta de calor humano, como si sus personajes vivieran inmersos en una “burbuja tecnológica” sin relación alguna con la realidad exterior. Pero todo este constructo se viene abajo en «Zendegi», o al menos durante la mayor parte de la obra hasta su desenlace, que -entonces sí- a buen seguro satisfará a sus más devotos incondicionales.
«Zendegi» comienza con un largo preámbulo que ocupa un tercio de la novela, y que presenta al corresponsal australiano Martin Seymour cubriendo para su periódico las elecciones en Irán y las manifestaciones populares en favor de una apertura política en el país. En paralelo, conocemos a Nasim Golestani, una exiliada iraní experta en bioinformática que trabaja en los Estados Unidos dentro del Programa de investigación Conectoma Humano.
Quince años después, soplan aires reformistas en la República Islámica de Irán. Tras un levantamiento popular incruento, el país es ahora una frágil democracia alejada del fundamentalismo religioso de los ayatolás más radicales. Martin se ha casado con una activista que conoció en una manifestación y con quien tuvo un hijo varón, y regenta una pequeña librería. Por su parte, Nasim regresó al país cuando triunfó el reformismo moderado y es la principal responsable técnica de Zendegi, el motor de realidad virtual más popular de la mayoría de juegos online del mundo. Nasim planea mejorar la experiencia lúdica del jugador incorporando sus conocimientos de digitalización de la consciencia; en concreto, añadiendo a los escenarios virtuales personajes -denominados sustitutos- programados con un cierto grado de inteligencia artificial. Cuando la desgracia se abate sobre la vida Martin, éste recurre a Nasim con una idea descabellada que, quizás, podría suponer un salto evolutivo en Zendegi.
Egan escribe una novela anclada en la más rabiosa actualidad y de posible interés para un amplio sector de público lector: la primavera árabe, la influencia de los medios de comunicación, la tecnología disponible hoy en día, la evolución de las plataformas de juegos, el nuevo concepto de familia, el legado que dejamos a nuestra muerte, etc. Un texto mucho más accesible de lo que en él suele ser habitual, y con un doble curso de acción centrado en dos personajes cuyo devenir refleja la evolución de los acontecimientos históricos en el citado país árabe. En esta ocasión, la especulación científica queda relegada a un discreto segundo plano, al menos hasta que la trama y ambientación sociopolítica avanzan lo suficiente.
En esta obra, Egan se esfuerza por incluir referencias contemporáneas a la cultura pop con las que demostrar que es un hombre de mundo, quizás para acallar las voces que lo tachan de escritor hermético (no solo debido a su narrativa, es notoria su negativa a conceder entrevistas, acudir a eventos de género, ni permitir publicar su propia fotografía). Hechos históricos, recuerdos de juventud (acaso biográficos), experiencias vitales, cita de grupos pop/rock, se entremezclan para buscar la complicidad del lector de mediana edad y enriquecer, al mismo tiempo, argumento y personajes.
Durante buena parte de la novela, la política-ficción ocupa el lugar de la citada especulación científica, y hace bueno el eslogan editorial de que “el gran maestro de la ciencia ficción dura escribe su novela más realista, escéptica y humana”. Ciertamente, la obra no alcanza la brillantez especulativa ni la particular intensidad de sus relatos más célebres -tampoco ayuda que algunos capítulos parezcan tomados directamente de la revista Science-, aunque tampoco faltan esporádicos destellos de ingenio, perspectivas extremadamente originales y algunas metáforas particularmente brillantes. A cambio, encontramos un escritor preocupado por nuestro presente, que se documenta ampliamente para retratar una realidad que nos es ajena, y que refleja una relación paterno-filial entre Martin y su hijo Javeed más que verosímil sin caer, en la mayoría de ocasiones, en el socorrido melodrama.
Pero este Irán futuro se antoja no demasiado diferente a cualquier otro país occidental, con su política, burocracia, escándalos y problemas de la gente corriente. La transición de terciopelo (demasiado idílica, a mi juicio) dio paso a un clónico de Estados Unidos, pese a algunos detalles mediatizados por la influencia de la religión en la sociedad; tal vez sea el resultado inevitable de estos tiempos de globalización. No obstante, el despegue económico del país islámico resulta increíble en un estado arruinado y con enormes carencias estructurales apenas una quincena de años atrás; así, no (me) resulta verosímil que la ciudadanía en general pueda disfrutar de costosas pruebas médicas y tratamientos oncológicos de primera, avances tecnológicos como prótesis controladas con el pensamiento, cultivo de órganos a medida, fecundación in vitro, y un largo etcétera. Demasiados cambios en demasiado poco tiempo para una Republica que aún se denomina islámica.
En cuanto a Zendegi, no se trata de una realidad virtual de alcance doméstico sino que se experimenta en cabinas de inmersión (denominadas castillos, una especie de esfera hinchable que rodea al jugador, y a la que hay que sumar gafas de realidad virtual y guantes de datos) en establecimientos especializados. Los mundos de fantasía que simula se describen de manera prolija aunque, realmente, no aportan nada al conjunto y pronto se tornan sumamente aburridos. En cambio, las modificaciones que introduce Nasim al sistema basadas en un proceso de imitación, su potencialidad, limitaciones y dilemas éticos, constituyen temas apasionantes que dan lugar a un desenlace profundamente filosófico, muy en la línea del autor.
«Zendegi» hace el volumen número setenta de Bibliópolis Fantástica, un sello especializado de reconocido prestigio por la calidad de sus ediciones, escogido catálogo y esmero por el detalle; así, a una atractiva ilustración de portada se suma una excepcional labor de traducción de un texto complejo repleto de referencias científicas a cargo de Carlos Pavón, un traductor que parece especializado en escritores de ciencia ficción dura: Greg Egan, Charles Stross, Bruce Sterling, Paul di Filippo, etc. Por su parte, tras este hiato en su carrera, Egan ha retornado a la ciencia ficción dura en su nueva trilogía Ortogonal: «The Clockwork Rocket» (2011), «The Eternal Flame» (2012) y la aún inédita «The Arrows of Time» (anunciada para 2013). No son éstas las únicas obras que permanecen sin publicar en nuestro país, ahí tenemos las novelas: «An Unusual Angle» (1983), «Schild’s Ladder» (2002) e «Incandescence» (2008), y su colección de relatos «Crystal Nights and Other Stories» (2009). Sería bueno que algún editor se decidiera a publicar alguno de estos más que interesantes títulos.