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Libros publicados en 2014

Viaje a las Tierras del Ocaso

Publicado originalmente como «Rihla» en 2004, «Viaje a las Tierras del Ocaso» es una excepcional novela de aventuras que el nuevo sello Kokapeli recupera en formato exclusivamente digital. Un relato de viajes y descubrimientos, de maravillas y revelaciones que aguardan tras interminables jornadas de penuria y muerte, en lo que es el primer contacto entre culturas absolutamente alienígenas entre sí: andalusí y mexica. Novela de viajes e historia especulativa que se complementan de forma magistral para conformar una narración inteligente, verosímil e imaginativa por la que, a buen seguro, el lector se sentirá terriblemente atraído desde la primera página

Viaje a las Tierras del Ocaso (Rihla)

Publicado originalmente como «Rihla» en 2004, «Viaje a las Tierras del Ocaso» es una excepcional novela de aventuras que el nuevo sello Kokapeli recupera en formato exclusivamente digital.

 

Año 1485, siete antes del descubrimiento oficial de América por parte de Cristóbal Colón. El reino de Granada se encuentra asediado por tropas castellanas y subsiste a duras penas merced a una secular organización gremial y el apoyo de velados intereses externos. Lisán Al-Aysar, doctor, astrónomo y maestro matemático, regresa a su amada tierra andalusí tras un peregrinaje que le ha mantenido alejado durante dos largos años; en el hogar familiar, unas rutinarias obras de ampliación le permiten descubrir un cofre romano que preserva unas planchas de plomo con inscripciones en una lengua desconocida y un extraño mapa. Las planchas relatan la historia de Talos el Rojo, sacerdote de Tiro, y de cómo su régimen de terror provocó la ira de dios, quien envió un enorme meteorito para destruir la isla; pero Talos logró sobrevivir y huyó a un país más allá de las Columnas de Melqart (ó Hércules, el actual Estrecho de Gibraltar).

 

Impresionado por su hallazgo, el erudito propone al sultán organizar una expedición para verificar tales prodigios, pero el decadente rey Boabdil carece de los recursos necesarios y Lisán se ve obligado a recurrir a los poderosos y taimados comerciantes genoveses para intentar financiar su viaje. En la pequeña república italiana, en permanente estado de guerra con sus vecinas por la supremacía naval de la región, es tomado por espía o loco, y hecho prisionero. Sin embargo, un enigmático pirata turco llamado Baba se ofrece a liberarlo y ayudarle en su empresa hasta el Otro Mundo. El día en que Lisán, acompañado de su amigo Ahmed y una quincena de guerreros Abencerrajes, embarca finalmente en la nao del mameluco, una nueva estrella hace su aparición en el firmamento: acaso un cometa que presagia funestos augurios o, peor aún, una nueva y terrible advertencia enviada por Alá.

 

“Rihla” es un vocablo árabe que significa tanto “viaje” como la crónica detallada del mismo. Y eso es lo que el lector va a encontrar en esta excepcional novela de aventuras: un relato de viajes y descubrimientos, de maravillas y revelaciones que aguardan tras interminables jornadas de penuria y muerte, en lo que es el primer contacto entre culturas absolutamente alienígenas entre sí. En realidad, todo ello es perfectamente aplicable a cualquier otra novela escrita por el escritor valenciano: «Mundos en la eternidad», «El refugio», «La locura de dios», «Mundos y demonios», «El sueño de la razón», «La red de Indra», «Némesis», «Sindbad en el País del Sueño»... pues, con independencia de cada temática y ambientación concreta, en esencia todas sus historias tratan sobre viajes y descubrimientos. Pero, además de este viaje iniciático a la “otredad”, la narración se encuadra dentro de lo que se ha venido a denominar como “historia especulativa”; es decir, una novela histórica escrita según el tratamiento especulativo de la ciencia ficción. Ambos conceptos, novela de viajes e historia especulativa, se complementan de forma magistral para conformar una narración inteligente, verosímil e imaginativa por la que, a buen seguro, el lector se sentirá terriblemente atraído desde la primera página.

 

Sin duda, el personaje más destacado de la obra es Lisán, un hombre adelantado a su tiempo y absolutamente prototípico en la narrativa del autor: un alma racionalista que, pese a las limitaciones de la época (materiales, científicas, de orden religioso), se enfrenta a lo desconocido armado con la mejor herramienta conocida por el hombre: la razón. Lisán es un faquih (erudito) sufí natural de ese cruce de culturas que fue el Reino de Granada; en «La locura de dios», el hombre de ciencia lo encarnaba el mallorquín Ramón Llull; en «El sueño de la razón» el humanista valenciano Luis Vives y en «Mundos en la eternidad» el biólogo de la Utsarpini Hari Pramha.

 

Cuando la expedición del citado Lisán alcanza el Otro Mundo asistimos a un choque brutal de culturas. El lector no debe tener únicamente en cuenta el enfrentamiento entre civilización occidental y precolombina, sino también el hecho de vivir un contexto espacio temporal muy diferente al de los personajes, de quienes le separan cinco siglos de Historia y una forma de pensar (y religiosa) completamente ajena. En este apasionante ejercicio de inmersión cultural hay espacio para comparar religiones, formas de vida, estructuras sociales, creencias y mitos ancestrales, incluso cosmogonías, añadiendo un nuevo valor, el pedagógico, al texto. Así, por ejemplo, si para un musulmán cualquier representación del ser humano es obscena, el horror que provoca en aquellos malogrados aventureros el descubrimiento de unas tallas de piedra que representan monstruosas criaturas mitad hombre mitad animal es difícilmente expresable con palabras.

 

Llama poderosamente la atención la entereza de la que hacen gala los personajes que pueblan la novela (en realidad, todas las novelas del autor). Una y otra vez deben afrontar situaciones desesperadas, en las que –como en la vida misma- a veces se tiene éxito o se puede perecer en el intento, por lo que en tales circunstancias es más que comprensible el refugio de la fe. Así, las encomiendas a Alá por los padecimientos sufridos se suceden por doquier, pero a pesar de ello demuestran ser hombres valerosos y capaces de superar el infortunio gracias a un instinto de supervivencia racial y no pocas dosis de orgullo. El resultado es la imagen de una época terrible pero de un poderoso y casi mágico atractivo.

 

Imposible resumir la riqueza de matices, líneas de acción, ideas e implicaciones desarrolladas a lo largo de la novela. Baste citar, a modo de ejemplo, la gran variedad de registros empleados: de la ficción histórica, soberbiamente ambientada en el Reino de Granada previo a su caída en manos de los Reyes Católicos y poblada de sabrosas notas costumbristas (como la vorágine del zoco), pasando por el diario de viaje en el que se narra -en perfecto argot marinero- las vicisitudes del periplo transoceánico, para llegar a una especie de cuaderno de campo de naturalista, donde se describen con todo lujo de detalles las exóticas maravillas y los horrores del Nuevo Mundo. Y, por supuesto, sin olvidar sus numerosos momentos épicos: un tifón frente a las costas del Yucatán, una sangrienta batalla al estilo precolombino o la majestuosa llegada del ejército mexica a la capital, Tenochtitlán. De todo lo anterior se desprende que la labor de documentación histórica y ambientación es exquisita, aún mejor de lo habitual en Aguilera y no circunscrito a una única cultura sino a tres: la refinada pero decadente andalusí, la impetuosa y pujante cristiana y la brutalmente atractiva mexica.

 

Pese a ello, los hechos narrados arrojan algunos hilos sueltos, elementos que no encajan adecuadamente, o que, sencillamente, parecen tan extravagantes que dificultan la necesaria suspensión de la credulidad en el lector. Detalles como la insólita identidad del pirata Baba, o que del minucioso detalle de las planchas de plomo (corrientes marinas, vientos, caminos que marcan las estrellas) se desprenda que los navegantes tirios establecieron en el año 1100 una auténtica ruta comercial con América, algo remotamente probable a tenor de las posibilidades tecnológicas de la época pese a que una expedición aislada o sin retorno pudiera haber llegado perfectamente al Nuevo Continente. Del texto también se infiere el desconocimiento que sobre los tifones (se les denomina “barreras de nubes”) poseen los marineros, acostumbrados a circunvalar el mar Mediterráneo, pero lo cierto es que los navegantes de la época (incluido vizcaínos, como el piloto de la novela) estaban más que acostumbrados a largos periplos por la costa africana, la pesca de ballena en Terranova, etc. donde las tormentas eran frecuentes. Por último, el desenlace deja entrever la posibilidad de que Colon pudiera utilizar este tipo de mapas, pero no arroja ninguna luz acerca de las profecías sobre la llegada del hombre blanco a aquellas tierras.

 

En cualquier caso, resulta palpable que Aguilera da el máximo como narrador. Hace acopio de un lenguaje cuidado, una imaginación desbordante, deliciosas descripciones ricas en detalles de época y un ritmo endiablado que no decae en ningún momento. Pero, además de su indiscutible calidad literaria, «Viaje a las Tierras del Ocaso» utiliza referentes ibéricos para trascender una historia de auténtico interés universal. Pocas veces la ciencia ficción española ha sido tan auténtica y, a la vez, tan cosmopolita en sus planteamientos.

 

 

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